—¿Qué tan arrogante fue este comportamiento? —se quejó indignado.
Más arrogantemente, se fueron sin ningún temor después de hacer todo esto.
Si el conductor de la familia Shen no hubiera reaccionado rápidamente y llamado a la ambulancia, probablemente Qiao Chen todavía estaría rodando en el camino con dolor.
La expresión de Wei Ling se volvió fría.
Además del miedo, también estaba furiosa.
No importaba lo que le pasara a Qiao Chen, ella y Shen Jingyan todavía estaban presentes. Si trataban a Qiao Chen así delante de ellos, sin duda estaban pisoteando sus caras.
Si no los atrapan y encarcelan esta vez, probablemente se convertirán en el hazmerreír de Pekín.
Sin embargo…
Wei Ling reprimió su enfado y apretó el agarre de su bolsa. Su expresión era fea, y sus ojos destellaban.
Recordó que el hombre corpulento que había sacado a Qiao Chen había dicho: "Maestro Wang quiere una de sus manos".
En Pekín, solo había una persona que podía ser llamada Maestro Wang: Ye Wangchuan.
