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Frunció el ceño, su rostro apuesto se tensó. Con un tono serio, le dijo:
—¡Pero este lugar no es Ciudad de Rao! Pekín no es un lugar donde puedas hacer lo que quieras. Aquí hay muchas personas que parecen insignificantes pero que tienen antecedentes que no te puedes ni imaginar. Mientras estés en Pekín, lo mejor será que dejes de tratar a la gente de manera tan grosera como sueles hacerlo. Está bien que me hables así hoy. No te lo tomaré a mal, ya que nos conocemos desde hace muchos años. Pero si fuera otra persona, quizás no sea tan comprensiva, ¿entiendes?
Qiao Nian no tenía idea de por qué decía que ella trataba mal a la gente, ni por qué tenía la confianza de darle una lección así. Su voz era como un molesto zumbido en sus oídos. Qiao Nian frunció el ceño y metió las manos en sus bolsillos. Estaba a punto de decir algo.
En ese momento, sonó el teléfono móvil de Fu Ge.
Él echó un vistazo a su teléfono móvil. Era una llamada de Wen Ziyu.
