Jiang Li lamentaba su amarga vida. Tenía semejante amigo, pero no podía interferir en los asuntos de Qiao Nian y Ye Wangchuan.
Solo le quedaba parar otro taxi, abrir la puerta y decirle a la chica —Vámonos. Te llevaré de regreso primero.
—No...
Sin darle a Qiao Nian la oportunidad de rechazarlo, sonrió, encogió los hombros y dijo —¡Vamos! Ya le dije a tu padre que te enviaría. No puedes hacerme romper mi promesa.
Qiao Nian se quedó sin habla.
La chica presionó su gorra y caminó como una gran jefa. No dijo nada más y despacio se trasladó y subió al coche.
Aún era de día en Pekín. Debido a la diferencia de tiempo, ya eran las ocho de la noche en el distrito ilegal.
Las subastas en el distrito ilegal siempre han sido particulares respecto al lugar. Eran muy confidenciales y no se toleraban errores.
En el sótano del Hotel Jin Chen.