—Hermana Qiao, ¿a quién vienes a recoger? —interrumpió Qin Si desde un lado.
Qiao Nian bajó ligeramente las pestañas. Había una capa de luz sobre sus largas pestañas. Su expresión se veía muy relajada mientras se recostaba en el sofá con las piernas largas estiradas. Estaban rectas y bien proporcionadas. Claramente se veía muy tranquila, pero emitía la sensación de ser una bandida.
—Un pariente.
—¿Pariente? —Qin Si lo pensó y ladeó la cabeza para preguntar—. ¿En Pekín?
Qiao Nian jugaba muy bien con el dulce en su mano. El dulce giraba entre sus dedos blancos como si estuviera jugando con un bolígrafo. —No —dijo perezosamente.
Ye Wangchuan entrecerró los ojos y se recostó en el sofá. Su mirada se posó en el dulce en la mano de la chica. El colorido papel del dulce contrastaba con las hermosas manos de la chica, haciéndolas lucir frías y blancas.