En el corazón de Crescia yace un majestuoso castillo. Brillaba con un resplandor blanco-azulado que nunca se atenuaba ni perdía su brillo, sin importar la hora del día. Había múltiples torres de diferentes alturas en los cuatro bordes del castillo con hermosas almenas azuladas. En el edificio principal, había una torre extremadamente alta con una aguja larga y afilada que se elevaba hacia el cielo, resplandeciendo con un brillo sobrenatural. Estaba hecha de un cristal especial que solo se encontraba en Crescia y que podía emitir su propia luz incluso en la oscuridad más profunda, funcionando de manera similar a un faro que guía a las embarcaciones de regreso al puerto, capaz de actuar como una luz guía para los dragones y hadas de luz tanto en la luz como en la oscuridad. Dentro del propio castillo, parecía haber una luz que salía de él: un amarillo dorado que nunca disminuía, la luz mágica de la propia Reina de Luz.