Evie no quería dárselo todavía. Quería prolongar su agonía y burlarse más de él. Tal vez porque su yo vampiro siempre, siempre le había encantado burlarse de ella de esa manera, sentía que ahora que tenía la ventaja y la oportunidad de devolverle la jugarreta quería burlarse aún más.
—Evie... —él gimió su nombre otra vez. Cuando su cadera comenzó a impulsarse hacia arriba, Evie se empujó hacia arriba y se arrodilló sobre sus rodillas. No iba a permitirle la oportunidad de entrar.
Eso hizo que los ojos de Gav se abrieran sorprendidos, su mandíbula literalmente se quedó abierta de decepción.
—No estás cumpliendo tu palabra Gav, ya te había recordado que no te movieras —Evie lo miró desde arriba, sus ojos brillando con picardía—. ¿Deberíamos parar ahora...?
—¡No! —la interrumpió, luego se mordió el labio inferior con tanta fuerza antes de cerrar los ojos fuertemente y quedarse inmóvil como una roca—. ¡Dioses, Evie...! —siseó entre dientes—. Eres tan...
