Gavrael pensó que la tortura había terminado, pero oh, cuán equivocado estaba al pensar que le iban a dejar salirse con la suya tan fácilmente. Su amada Evie se movía de manera tan exasperantemente lenta, y él no podía hacer nada para acelerar, solo tensarse y gemir de agonía.
Y así, la tortura de su perversa reina continuó hasta que Gav sintió como si su sangre fuera a explotar fuera de sus venas.
—Evie... basta de burlarte de mí... oh, por favor... —no podía evitar suplicar ahora. Solo quería que este interminable juego previo terminara. Por maravilloso que fuera, que ella lo alargara así ¡iba a matarlo!
Hablar mientras hacían el amor no era su estilo, pero ahora no tenía otra opción que forzar las palabras fuera de su boca y rogar a esta pequeña y perversa reina suya.
—Dioses Gav, estoy intentando... —ella pronunció, pero aún sin aumentar su paso de caracol en absoluto. Parecía que se estaba divirtiendo enormemente, saboreando tenerlo dentro de ella.