La escena que una vez fue caótica y ruidosa, causada por la pelea y los rugidos de los muchos monstruos fieros y grandes hace un rato, se volvió tan tranquila como la noche. Todos todavía no podían evitar asombrarse de cómo los monstruos simplemente escuchaban a Gideon de esa manera. La idea de que parecía que él era el rey de los monstruos cruzó por la mente de algunos de ellos allí.
La reina Beatriz fue la primera en apresurarse y se acercó a la pareja que aún estaba de pie en la entrada de aquella pequeña casa en medio del bosque.
—¡Gideon! —Beatriz llamó y de inmediato alcanzó y tocó la mano de su hijo como para confirmar algo.
Al sentir la temperatura del cuerpo de Gideon, ella miró directamente a los ojos de su hijo.
—Dime, Gidy. ¿Se ha desencadenado el vínculo de apareamiento entre ustedes dos, verdad? —preguntó la reina con urgencia.
—Sí... madre —Gideon asintió lentamente como respuesta a la pregunta de su madre.