Gavriel aún respiraba tan agitadamente mientras bajaba de la intensa excitación que lo sacudió imposiblemente fuerte. No podía creer lo rápido que había llegado a su liberación. Y encima de eso, pensar que no solo no cumplió la promesa que se hizo a sí mismo de ser suave con ella, ya que era su primera vez, sino que tampoco pudo contenerlo hasta que ella o ambos alcanzaron juntos ese increíble pico. Dioses... ¿qué le había pasado? Esto nunca le había pasado antes. ¿Qué le hizo a él esta esposa suya?
El silencio reinó entre ellos durante mucho tiempo. Sin embargo, era un silencio cómodo y agradable que les permitía a ambos calmarse y recuperar el aliento de las vigorosas actividades que acababan de terminar. Simplemente estaban tumbados en la cama, ambos sonrojados por la alegría de la felicidad conyugal. Su cabeza reposaba contenta en su pecho, mientras se apoyaba en sus codos, teniendo cuidado de no aplastarla con su peso.
