—Pero aquí estás... —él sonrió de nuevo incrédulo—. Quiero creer que vas a ser mi salvador. Porque si realmente puedes hacerme rey, entonces creo que no necesitaré hacerme poderoso y perderme eventualmente en la oscuridad solo para conseguir ese trono. La verdad es que aún no lo quiero... pero necesito ese trono. Porque si me convierto en rey, podría detener a estos demonios y monstruos de invadir mi patria y... darles a mis seres queridos una vida tranquila sin estas criaturas invasoras.
No escapó a la atención de Zeke el fuego en los ojos de Gavriel mientras decía esas palabras. Y Zeke se alegró de que pareciera que no era el único que sentía esta confianza surrealista que de alguna manera se había encendido naturalmente entre ambos.