El silencio en la habitación palpitaba con vida propia mientras todos esperaban que Zeke se levantara de su asiento. Pero el hombre ni se movió ni dijo nada, solo se sentó allí y observó al guardia frente a ellos.
Era obvio que el imponente guardia se tensó incluso sin una sola palabra de Zeke. Parecía como si Ezequiel acabara de decir algo terriblemente duro sin darle ninguna consideración.
—No hagas que tu padre venga aquí, Zeke, no puedes dejar que él y la reina vean a dos brujas de cabello plateado en el estudio del príncipe heredero —dijo Alex, echando un vistazo al inmóvil Zeke.
Finalmente, Zeke se levantó con un largo y profundo suspiro, uno que mostraba lo mucho que sufría al seguir adelante con esa convocatoria de su padre Rey.