—Es demasiado tarde. Alejandro ya se encuentra en ese estado. Créeme, cuando ese hombre está en ese estado, es imposible que reconozca a nadie. Destrozará todo, a todos, a quien quiera que se cruce en su camino. Debemos huir y esperar hasta que se calme y vuelva a la normalidad —explicó.
Pero Abigail negó con la cabeza. No había manera de que le dejara. De ninguna manera.
—No, por favor suéltame.