La risa de Ginebra resonó fuerte en el jardín mientras se sentaba en la manta afuera con nosotras. Decidimos tener un picnic, en realidad no decidimos, más bien fuimos obligadas por Dahlia. Ella pensó que sería una buena idea que conociéramos mejor a la novia. Además, para facilitarle las cosas, sus palabras no las mías, pero creyó que era una buena idea después de lo ocurrido ayer.
—¡Dioses, nunca he visto a nadie callar a Ruelle en todos mis años, fue realmente satisfactorio ver que ella no tuviera la última palabra! —dijo mientras bebía su bebida de uva.
—Me alegra poder ayudar —murmuré bajo mi aliento.
—¿Pero tu hermana siempre es así? —Freya preguntó con una mirada confusa en su rostro—. ¿Grosera? ¿Mala?
¿Amargada?
Me volví a mirar a Ginebra, curiosa por saber cuál sería su respuesta.
—No, no lo fue —Ginebra afirmó con una mirada triste en sus ojos—. En realidad, Ruelle y yo éramos muy cercanas.