¡Miré a la diosa de la luna! ¿Me iba a matar? ¿Qué demonios? —pregunté mientras miraba a la diosa de la luna.
—Escucha Luri... —empecé a jadear cuando la diosa de la luna presionó el peso de lo que me estaba sujetando con más fuerza, tan fuerte que mis costillas se resquebrajaron.
La diosa de la luna se levantó de su roca. —Te hice una pregunta y espero que me respondas.
Miré a la diosa de la luna en su forma infantil. De alguna manera logró que una niña pareciera tan aterradora. Sus ojos azules estaban llenos de tanta ira y odio que los sentía desde donde estaba siendo sofocado por el poder de la diosa de la luna.
—Tú... ¡Me estás lastimando! —exclamé sin poder soportarlo más.
La diosa de la luna resopló enojada pero me soltó. Caí al suelo, respirando ávidamente grandes bocanadas de aire para llenar mis pulmones. Tosi un poco y luego miré a la diosa de la luna, que me miraba sin mostrar ni una pizca de remordimiento en su rostro.