—Respiré hondo mientras observaba la entrada de la mazmorra. Estaba asustada, aterrada en realidad. Estaba a punto de entrar y ver a la mujer que llamo madre y recordarle lo que es. ¿Pero cómo demonios se supone que haga eso? ¡La mujer detesta hasta mi existencia! ¡Estoy segura de que iba a intentar matarme de nuevo en el momento en que vea que fracasó de nuevo! ¿Qué más? Tengo miedo de que esta vez pueda terminar el trabajo.
—¿Estás bien? —preguntó Iván, acercándose para ponerse detrás de mí.
¿Estaba bien? Creo que todos sabemos la respuesta a eso.
—No —respondí sin mirarlo—. Y sentí cómo él deslizaba su mano en la mía. Lo miré solo para encontrarlo mirándome con una sonrisa en su cara.
—Sabes que no tienes que hacer esto —dijo con una pequeña sonrisa—. Siempre podrías volver en otro momento.
—Eso no significa que aún no la veré —digo con una sonrisa triste.
—Sí, eso apesta —dijo Iván con un pequeño suspiro.