Iván me acostó sobre la manta suave. Retira sus labios de los míos y los desliza por mi cuello, deteniéndose en los puntos sensibles que me hacen gemir en voz alta. Grito y arqueo mi espalda alejándola de la cama, sacando mis manos de alrededor de su cuello y entrelazándolas en su cabello mojado. Él gruñe aprobando mi reacción y muerde más fuerte. Bloqueo mis tobillos alrededor de su torso e intento acercarlo más, pero él no se mueve. Su gruesa excitación descansa contra mi estómago, pero anhelo que me llene.
—Joder Arianne, —Iván gruñó en voz alta mientras me miraba—. No ha pasado ni un solo día sin que me imagine a mí, a ti, a nosotros así.
—¿Te imaginabas a mí? —pregunté con la respiración atrapada en la garganta por la crudeza en sus ojos.
—Cada. Único. Día. —Iván expiró pronunciando cada palabra con un beso.