El murmullo en la sala del trono se hizo más fuerte. No tenía ninguna duda de que se preguntaban qué hacía yo protegiendo a una sirvienta. Todos esperaban que tomara la parte del príncipe, pero en cambio estaba aquí amenazando con cortar los brazos de los guardias del príncipe, todo por una sirvienta.
Levemente giré la cabeza hacia Kiran, quien todavía estaba al lado de Yasmin. —Deberías llevarla a su habitación, Kiran, yo me encargaré de esto —le dije sin apartar los ojos del joven príncipe que estaba hirviendo de ira.
—¿Qué? —El príncipe jadeó—. ¡Ella no puede irse! ¡Debe cumplir su castigo!
—Tu problema es conmigo, príncipe.
El príncipe se burló de mí. —¿Ni siquiera sabes quién soy, verdad?
Le di una sonrisa divertida. —Lo siento, pero mantenerme al tanto de niños insolentes no es exactamente lo mío.
—¡Entonces deberías conocer a mi padre! —Las fosas nasales del príncipe se ensancharon de ira.
—No, no lo conozco —le dije sin sentirme arrepentido.