Mason dejó de hablar y enfocó su mirada frente a él. En ese momento, la mirada de Lila cayó sobre el lunar negro en el lóbulo de la oreja de Mason. Era como si hubiera nacido con un pendiente que le daba un aura ligeramente malvada y peligrosa.
—La forma en que me estás mirando... ¿me estás invitando a besarte? ¿Abrazarte? ¿O...
Lila contuvo su nerviosismo. Extendió su mano y agarró el brazo de Mason, tratando de evitar su ardiente mirada. —Antes de ir a nuestra nueva casa, ¿podrías acompañarme a otro lugar primero?
—Después de ir, ¿podemos terminar lo que no terminamos anoche? ¿Eh?
Mason la interrogaba de manera casual, pero Lila no podía ocultar su nerviosismo. En el fondo, sabía que tal vez no podría reunir la misma cantidad de coraje que había tenido la noche anterior. Pero Mason no la presionó, ni tampoco siguió hablando. Simplemente le permitió seguir aferrándose a su brazo mientras dejaba escapar una sonrisa furtiva.