"El Monte Bliz tenía un radio de decenas de millas.
Descansaban ahí los héroes. Las lápidas solitarias estaban llenas de una atmósfera trágica, enterrando los soldados del Ejército del Norte que morían en batalla cada año.
Había una tumba enorme con una lápida la más cercana al Monte Bliz.
Las palabras en ella explicaban quién estaba ahí enterrado.
La tumba de Frediano Jadanza del Ejército del Norte.
—¡La persona que erigió el monumento fue Braydon Neal! —anunció un hombre.
Por siete años, nadie se atrevió a tocar la lápida que Braydon había erigido personalmente.
Por eso, nadie se dio cuenta de que era —¡una cueva!
Los guardias imperiales del Ejército del Norte vinieron y cavaron este lugar.
—¡Apareció una tumba vacía! —gritó uno de los guardias.
Los rostros de los guardias imperiales del Norte presentes se volvieron pálidos. Como veteranos del Ejército del Norte, sabían quién estaba enterrado en esta tumba.