Braydon puso sus manos detrás de su espalda y observó con calma.
Jude rugió —Ese es mi único hijo! Le cortaste un brazo, así que debes morir esta noche. ¡Deja tus últimas palabras!
Tan pronto como terminó de hablar, los sesenta guardias de seguridad vestidos de negro a ambos lados sacaron lentamente las espadas largas de sus cinturas, que brillaban con una luz fría.
En apariencia, los guardias de seguridad del centro de entretenimiento mantenían el orden aquí, pero en realidad, todos eran matones de Jude.
¿Cómo no iban a estar manchadas de sangre las manos de Jude para convertirse en el jefe del Territorio del Sur?
Braydon se mantuvo allí orgulloso e inmóvil.
El celular de la secretaria sonó y vibró. Ella frunció el ceño y le recordó en voz baja —Jefe, el Sr. José está llamando!
—¡Contesta la llamada! —dijo Jude con una expresión sombría.