—No creo que haya necesidad de matarte más. Sin embargo, mi espada necesita cortar la sangre de un cuerpo espiritual como sacrificio para mi nuevo camino —dijo Braydon Neal.
La expresión de Braydon se tornó gélida. Miró al primero de los nueve supremos y le entregó la Espada del Rey del Norte, diciendo calmadamente:
—¡Mátalo!
—¡Entendido!
La primera figura descendió rápidamente, blandiendo la Espada del Rey del Norte y emitiendo una inmensa y aterradora presión.
El rostro del genio del cuerpo espiritual, Lyo Bogner, se torció de ira:
—¡Solo un clon no es suficiente para matarme!
El verdadero cuerpo de Braydon permaneció inmóvil.
Para Lyo, esto era la humillación definitiva.
Los dos chocaron en un instante, y Lyo fue completamente aniquilado.
La presión del cuerpo espiritual atravesaba los cielos y la tierra, con un aura divina tenue que parecía cernirse sobre todos los mortales.
Braydon observó y comentó suavemente: