Braydon Neal, nacido como rey, empuñaba una autoridad inquebrantable que una vez asida no podía ser renunciada.
El Ejército del Norte atendía a un solo mando: la Orden del Rey del Norte. Ninguna raza se atrevía a sobrepasar este límite.
Si Braydon se proponía eliminar una raza, trazaría meticulosamente su plan más allá de sus territorios, ya fuera la raza demoníaca, la Alianza de Bestias Divinas o la raza divina.
La ambición centelleaba en los ojos de Braydon.
Habiéndose liberado de la Tierra y sus restricciones, ninguna fuerza podría reprimirlo ahora.
Desencadenado, Braydon iluminaría el universo con su propio brillo, usando las estrellas como peldaños para ascender al trono celestial más alto.
Todas las razas se arrodillarían ante él, reconociéndolo como su rey.
La Bandera Negra de Qilin del Ejército del Norte dominaría las tierras de incontables razas.
Donde su espada fría apuntara, las tribus se someterían.
Esta era la gran visión que Braydon albergaba.