—¡Tenía miedo!
Temían que los ocho millones de discípulos entraran al cosmos y nunca regresaran.
Temía aún más que las almas de sus hermanos se perdieran en el cielo estrellado y fueran enterradas en una tierra extraña.
Braydon Neal había vivido tiempos trágicos en su juventud, y no quería volver a pasar por eso.
Lester Crawford, el pequeño monje, se tocó la cabeza calva y se acercó.
—Braydon, has cambiado —dijo con enfado.
Braydon le dirigió una mirada profunda a Lester.
¡Este pequeño monje quería que le volvieran a pegar!
—Cuando eras joven —dijo Lester con languidez—, eras dominante y decidido como una espada. Poderoso por fuera, rechazando a los bárbaros, y reprimiendo las nueve provincias por dentro. ¿Quién se atrevía a desobedecer la orden de matar del Rey del Norte?
—¡Ya no es lo mismo! —murmuró Lester.
Él había visto lo dominante que era Braydon cuando era joven.
¡Los que obedecen prosperarán, y los que se rebelen perecerán!
