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Los ojos de Lauritz Hagan se llenaron de tristeza, mezclados con una furia justiciera y una férrea determinación.
Nacido y criado en la inmensa extensión del cosmos, él y sus camaradas habían superado pruebas desconocidas para Braydon Neal.
Con un tono apagado, prosiguió —Naciste humano. En la debilidad, esfuérzate por el mejoramiento de nuestro género. En la fortaleza, libra batallas en la extensión cósmica, dando forma al destino de nuestra raza. Mantente como centinela, protegiendo nuestro territorio y asegurando nuestra supervivencia.
—Somos humanos por nacimiento, por lo que no tenemos elección. ¡A menos que tengas la intención de traicionar a nuestros parientes!
Las palabras de Lauritz destilaban una hostilidad palpable, incapaz de comprender la resistencia de Braydon.
¿Por qué rechazaba persistentemente su oferta de guiarlo?
La afirmación final encendió la ira de Braydon.