—¡Solo a través de la batalla se podía medir verdaderamente su fuerza! —Mientras Malachi Zadroga permanecía atónito, demostraba su formidable destreza.
Alcanzar prominencia en la Sala de las Almas, donde abundaban los genios, y someter a sus iguales en el reino santo no era una hazaña menor.
Era extraordinario, especialmente para un cultivador renegado alcanzar tales alturas.
Sin oportunidad, sería difícil de creer.
Malachi apretó firmemente su lanza.
Mientras su fría luz brillaba, una intensa intención de lanza emanaba de ella, envolviéndolo.
Un camino tenue parecía materializarse a su alrededor: la sombra de una larga lanza, parada entre el cielo y la tierra, empujando los límites del camino marcial.
Era la culminación de dominar los grandes caminos, similar a la transformación del gran camino en una lanza: una muestra del pináculo del cultivo.
—¡"Ataca!—ordenó Malachi.