¡Ella había pasado de la niñez a la feminidad en un instante!
La prisión negra que aprisionaba su conciencia se hizo añicos sin previo aviso, otorgándoles libertad nuevamente.
Braydon Neal giró rápidamente sobre su talón y se marchó.
—¿Cuál es tu nombre? —La pregunta de Eva Foreman cortó el aire con precisión fría.
—No tengo interés en ti —replicó Braydon, su actitud más fría y despiadada que la de ella.
Eva era solo otra en una línea de mujeres que habían incitado su repugnancia.
Una vez provocado, Braydon no dudaría en derribarla con su Espada del Rey del Norte.
Su espada no conocía distinciones de género; mataría a cualquier enemigo por igual.
Afuera, el capullo prístino se desintegró en fragmentos.
Eva flotaba graciosamente en el aire, su forma blanca como la nieve emanaba un aura potente.
Corrientes de vibrante energía vital surgían de la piedra verde sobre la cama de hielo, agrupándose a su alrededor.