Con miradas venenosas y palabras amenazantes, era evidente que se había declarado una venganza mortal.
Braydon Neal permaneció compuesto, su mirada fría mientras enfrentaba al agresor.
Esas palabras habían cruzado un límite para Braydon.
La idea de aniquilar a toda la línea genealógica de los Neal, incluyendo a Trevon Neal y Judith Neal, era intolerable.
Este tipo de enemigo declarado era indudablemente peligroso; impulsados por el odio, podrían llevarse a extremos, arriesgando vida y extremidades para lograr sus objetivos.
Frente a esta amenaza, Braydon resolvió que todos ellos debían perecer.
Desde su anillo de almacenamiento, Braydon sacó una ficha negra y estableció contacto con alguien.
En el corazón del Mar de Espíritu, en una isla serena similar al paraíso, Jaromir Neal paseaba tranquilamente cuando sintió que algo no estaba bien.
Al recuperar la ficha negra, la dirigió, —¡Trece!