La expresión de Braydon Neal se agrió.
—Tarda 256 días solo para condensar una sola gota de esencia de sangre. ¡Eso es más de ocho meses!
—Condensar 206 gotas requerirá unos asombrosos 181 años...
...
Mientras contemplaba esto, Braydon sintió una ola de desesperación inundarlo.
A sus escasos 22 años, la idea de necesitar casi dos siglos para alcanzar el reino divino era desalentadora.
Convertirse en un ser divino era el sueño de todo artista marcial, simbolizando un poder sin igual y longevidad.
Entrar en el reino divino en 200 años era una hazaña de talento sin parangón.
Aquellos que alcanzaban tales alturas eran considerados prodigios de su generación.
Sin embargo, para Braydon, 200 años se sentían como una eternidad.
Después de años de incansable cultivo, la perspectiva de un viaje tan prolongado parecía desalentadora.
Sentado en meditación, Braydon reflexionó sobre sus próximos pasos.
Ya solo dominar la vitalidad requería tanto tiempo.