—Braydon, ¿eres tú? —Lowell Neal se giró con dificultad.
—¡Tío Lowell, soy yo! —Braydon Neal levantó la mano en respuesta e inmediatamente empleó su técnica de relámpago. El relámpago crepitó, envolviendo el cuerpo de Braydon, sirviendo tanto como arma como escudo protector. El relámpago era el némesis del mal.
Braydon dio un paso adelante, con la intención de entrar en el altar de cinco colores para rescatar a su segundo tío y abuelo. Dada la precaria condición de Graham Neal, su vida podía extinguirse en cualquier momento, no podía demorarse más.
—¡No entres! —gritó Lowell, pero ya era demasiado tarde. Braydon entró en el área del altar de cinco colores y en el momento en que lo hizo, el escenario ante él se transformó.
El mundo parecía volcarse, y Braydon sintió que había sido transportado catorce años atrás a la ciudad de Preston. Todavía era su séptimo cumpleaños, aquella noche lluviosa grabada profundamente en su memoria.