La serena y hermosa faz de Takiyah Zakwe se mantuvo compuesta e indiferente, sin rastro alguno de miedo.
—Takiyah, ¿es cierto lo que él dijo? —preguntó Lekan Yiga, dirigiendo su mirada hacia ella.
Takiyah asintió suavemente.
Sus acciones hablaban por sí mismas; lo reconoció sin vacilar.
—¡Tonta! —Lekan estalló en ira, y un formidable poder mental emanó de él.
Su desencadenado poder mental se transformó en un haz de luz, atravesando el pecho de Takiyah, haciendo que la sangre salpicara por el cielo.
Con los ojos cerrados, Takiyah se desplazaba hacia atrás, sin hacer intento alguno de resistirse.
El poder de Lekan era incuestionable, y las estrictas reglas del Palacio del Oráculo se cernían sobre ella.
Takiyah había desafiado al oráculo, un acto semejante a la traición, y Lekan tenía la intención de acabar con su vida con ese ataque contundente.
—Lord Lekan, ¿qué ha ocurrido? —Zahran Cwele llegó puntualmente.