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No importa lo que dijera Cartley Yanagi, la actitud de Braydon Neal no cambiaba.
Para Braydon, el trono del emperador era algo que lo ataría por el resto de su vida.
Una vez que accediera a la solicitud del Emperador Marcial Yanagi e incluso a la de Cartley, Braydon quedaría atrapado en la capital por toda su vida, y el profundo patio del palacio sería donde viviría toda su vida.
Esa era una vida a la que Braydon siempre se había resistido.
—¡Hermano, la cumbre está a punto de comenzar! —susurró el pequeño tonto.
—Vamos. ¡Esta Cumbre de Artista Marcial está destinada a ser emocionante!
Lester Crawford no se perdería un evento tan grandioso.
Un lugar donde se reunían los genios de la misma generación era definitivamente el mejor sitio para verificar las habilidades propias en artes marciales.
Para Cartley y los demás, no les importaba la clasificación y no necesitaban hacerse un nombre en la cumbre.
Porque Cartley no carecía de fama.