Fue difícil descender la pared. Era complicado controlar no solo el peso de Jack, sino también el de los niños que se aferraban a él. Hubo momentos en los que quería saltar, pero temía que los niños resultaran heridos en el proceso.
Mientras bajaban por la pared, los niños no dejaban de quejarse con él.
—Vamos, eres muy lento —dijo uno de ellos—.
—Ni siquiera tendremos mucho tiempo para explorar la ciudad a este ritmo —otro se quejó—.
—No seas tan duro con él, está haciendo todo lo posible —dijo Raquel.
Debajo, Jack pudo ver que los dos adolescentes ya habían avanzado más que él y estaban escalándolo con facilidad. Al examinarlos de cerca, notó que sus manos estaban cubiertas de pelo. Habían estado clavando sus garras en la piedra, lo que facilitaba encontrar un agarre.
Al intentar hacer lo mismo, Jack cerró los ojos.
—Vamos, tú puedes hacerlo —Jack dijo—.
—Oye, ¿por qué nos detuvimos? ¿Ya está cansado? —se quejó un niño—.