Los dos niños junto con Ray habían llegado finalmente al pueblo cercano. El pueblo era bastante pequeño en comparación con la Ciudad Avrion. Lo cual era de esperarse, pero aún así era grande en comparación con la aldea de Ray. La población estimada del pueblo rondaba las 1000 personas.
El sol ya se había puesto por completo y las calles estaban iluminadas con cristales de luz en lámparas. Era una vista muy hermosa, pensó Ray.
Debido a la hora, los niños necesitaban regresar con su familia lo antes posible, de lo contrario, sus padres comenzarían a preocuparse. Habían acordado llevar a Ray al gremio temprano en la mañana antes de que él tuviera que partir.
Antes de ir a casa, los niños llevaron a Ray a una posada cercana para dormir esa noche. Cuando Ray llegó al mostrador, se dio cuenta de que no tenía monedas consigo para pagar por la habitación para esa noche.
—¿Aceptan cristales de Bestias? —preguntó Ray.
—¡Solo Monedas! —dijo la mujer de mediana edad detrás del mostrador.
