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Chapter 63 - Revelación

Revelación

Shizu se quedó paralizada al ver la espada, tanto así que casi se cae de espaldas.

—Al final tuve razón, eres el hijo de ese demonio. —comentó.

Me sorprendió un poco su respuesta, con todo lo que había pasado, creí que era casi seguro que ella estaría al tanto de aquello. Yo no estaba seguro del todo, incluso si se me había entregado la espada e incluso si era cierto que me parecía él, pero, ¿era eso prueba suficiente?

La expresión que hizo Shizu era extraña, parecía asustada y a su vez aliviada. ¿Por qué todos siempre terminaban temiendo a ese tal demonio de ojos verdes? Supuestamente, mi padre… honestamente no quería creerlo.

—Así que. ¿Estás segura? ¿Qué son esos ejecutores? —pregunté mientras observaba la espada, gracias a su influencia fue que sobreviví al encuentro con Lian Yu. —No puedo seguir ignorándolos tras esto, ya iba siendo hora de afrontarlo.

Jessica tomó mi brazo, su mirada reflejaba preocupación y algo de confusión, era obvio, nadie en la aldea sabía sobre ellos, de hecho, se sabía poco del mundo exterior, todo gracias al lord que alguna vez se encargó de administrarla.

«Me pregunto si valió la pena. Al final, todos terminamos siendo masacrados gracias a su conservación».

Sonreí levemente para calmarla, luego volteé a ver a Shizu, se veía intranquila. Sostenía su hombro izquierdo y había apartado la mirada, esperé pacientemente su respuesta, necesitaba saber sobre la parte maldita de mi sangre.

Tras unos segundos incómodos, ella suspiró y levantó la mirada, observándome directamente a los ojos.

—Tú, portas la sangre del primer ejecutor, el demonio de ojos verdes. —dijo mientras sacaba algo de su bolsillo, una horquilla con el mismo símbolo que mi espada. —Yo… soy descendiente de una familia vasalla que fue adoptada hace mucho tiempo, antes de ser ejecutores ya eran nobles, y, mi bisabuelo hizo un trato con el tuyo para ser su sombra. —continuó, sin apartar la mirada.

»Sé que debes estar confundido, pero, no te preocupes, no fui enviada por tu padre. La verdad es que: nuestro encuentro fue pura casualidad. Incluso podrías decir que fue el destino.

Era difícil de masticar lo que ella estaba diciendo, una familia entera de la que no sabía nada, un linaje al que me sentía ajeno pese a ser su heredero, ¿cómo demonios debía de asimilar la situación?

Hayato Endou… Ese era mi nombre, sin lugar a duda, lo había sido por toda mi vida, pero, ¿al final, eso no era más que una farsa? ¿Quién era yo? ¿Había sido engañado toda mi vida? Al final, solo pude llegar a una conclusión, la sangre del ejecutor corría por mis venas y, por lo visto, estaba controlando mi destino.

De cierta forma, siempre tuve la incertidumbre sobre la identidad de mi padre. No tanto por mi parte, no, sino por los relatos de mi madre. Gracias a las historias que ella solía contarme sobre sus tiempos de aventura fue que decidí ser aventurero, ¿dónde demonios estuvo ese viejo cuando la aldea fue reducida a cenizas? ¿Dónde estuvo cuando murió mi madre? ¿Cómo demonios podía simplemente aceptarlo como tal?

La confusión que sentía era aguda. Inconscientemente, lleve mis manos hacia mi cabeza, como si quisiese sostenerla. Un dolor agudo y punzante se había formado en ella, similar al que sufrí aquella vez, cuando Shyun me salvó de ser consumido por mi propia mente.

Solo, que en esta ocasión, era diferente. Todo lo que sabía estaba siendo cuestionado, el brillo de aquellos ojos se intensificaba y, antes de que pudiese darme cuenta, estuve a punto de ser devorado por ellos. Jessica parecía preocupada. Al verla, respiré profundamente para calmarme, no podía detenerme por simples dudas. Debía cumplir mi juramento, debía salvar a los sobrevivientes de aldea.

Shizu permaneció nerviosa, no es que esperase una respuesta, de cierto modo, empezó a temerme en cuanto supo que en verdad era parte de los ejecutores.

—... Es bueno saberlo. —respondí de forma seca.

Extendí la mano sin darme cuenta. Ella pareció estar aliviada, al menos en cierta medida. Aceptó el gesto con los ojos casi llorosos.

Lo cierto es que no conocía sus circunstancias, probablemente me necesitaría para algo, pero, al final, no podría proteger a Jessica solo, no es que confiase en el Jilk solo porque fuese mi esclavo.

Incluso si veía emociones genuinas siendo derramadas por su parte, nada podría asegurarme que no fuesen una fabricación. No lo había pensado hasta el momento, pero, ella siempre tuvo la habilidad para salir de la percepción de las personas, siempre me la encontraba en el momento oportuno desde que nos conocimos, no podía simplemente fiarme de ella.

El resto del día no pude ser yo mismo, incluso si Jessica parecía preocupada o Shizu trataba de entablar conversaciones, mi mente estaba fuera de sí. Logré contener las dudas, pero solo eso, persistían, como un veneno del que no podría librarme hasta encontrarme con mi supuesto progenitor.

[...]

Caminábamos por las calles de la ciudad en busca de un carruaje, ya no había nada más en ese lugar para mí, con suerte, podría usar la influencia que me daba mi sobrenombre para obtener algo de información.

Me detuve por un momento, tomando la medalla plateada que colgaba del cinturón.

—No es suficiente —pensé en voz alta.

Estaba en mis planes adentrarme en la ciudad fronteriza, una que se unía al imperio Acadiano por rutas marítimas, se decía que un conflicto sucedería pronto, debido a la alarmante llegada de las espinas del mártir, una sede de caballeros con mala fama.

Solo había rumores, pero, decidí que en esa ciudad tomaría la prueba para convertirme en un aventurero de rango dorado. Con suerte, no sería tan molesta como la del rango plata, después de todo, ya era mucho más fuerte que cualquier otro aventurero dorado.

Observé a mi grupo por un instante, el viaje no sería sencillo. Si bien, la ciudad era la más cercana, todavía eran unas dos semanas, si no es que un mes de viaje en carruaje. De entre ellos, solo Shizu era casi tan rápida como yo.

—Bueno, déjenme contarles sobre nuestro destino —dije mientras recorríamos la zona donde se amontonaban carruajes mercantes. —Marcharemos hasta la ciudad portuaria, es la más cercana que hay si tomamos la ruta al noreste. —continué, sacando un mapa arrugado del bolsillo izquierdo del cinturón.

Shizu se detuvo para caminar a mi lado, dándole un vistazo al mapa.

—Oh, ¿no es esa la ciudad a la que llegaran esos caballeros puristas? —cuestionó.

—¿Hablas de los mártires? Ciertamente, aunque, no es que eso sea relevante para mi meta. —respondí.

Ella observó la ruta trazada por un momento antes de responder, todavía tenía sospechas, pero ella conocía mejor el continente oriental que yo.

¿Estás seguro? Te meterás en problemas, tienes a un Jilk contigo. —explicó, haciendo una pausa para observar mi rostro. —Y esos tipos, de verdad, que odian a tu padre y a los ejecutores. —continuó, mostrando esa sonrisa misteriosa y coqueta.

Suspiré al escuchar aquello, si bien había decidido desvelar la información que fue apartada de mí, no tenía intención de desviarme de mi motivación inicial.

—Mi padre… sus rivalidades y pecados pueden esperar. No son míos y no tienen por qué afectarme —remarqué mientras guardaba el mapa.

Ella se adelantó, alcanzando al resto, por mi parte, prefería caminar detrás, así tenía a todos a la vista, Shyun era suficiente para cubrir nuestras espaldas.

Al final, logramos llegar hasta la zona llena de carruajes, muchos aventureros se encontraban negociando con comerciantes, en su mayoría porque preferían no aceptar a los de rango bronce o inferior.

Era natural, en tiempos como los actuales, sería imposible que ellos los protegieran.

Observé con detenimiento a los distintos comerciantes, mi plan era aprovecharme de uno de ellos, no sería difícil, solo había que encontrar al de aspecto más miserable y desesperado. Justamente encontramos a la víctima poco después, un joven mercante de piel morena, vistiendo un traje barato con solo un carruaje a su nombre, esperando pacientemente pese a ser ignorado por cientos de aventureros.

Alegre por encontrar una víctima adecuada, decidí ofrecerle un trato.

—Veo que no tiene mucha compañía, señor comerciante —dije, deteniéndome a un metro de él.

—Es una ciudad muy ruidosa y un pobre comerciante como yo tiende a ser ignorado —explicó.

Mientras hablaba, mantenía sus ojos entrecerrados, seguramente para evitar expresar emociones, extrañamente no emitía sensación alguna. Sin embargo, todo cambió cuando observó la medalla de plata y al Jilk.

Se le dibujó una sonrisa.

—Cincuenta piezas de oro. —dijo secamente.

Lo observé de reojo, de repente había demostrado una malicia propia de un noble codicioso.

—¿Eso es? —cuestioné.

—Es lo que puedo pagarles. —respondió.

—Por ese precio no contratarías ni a un grupo de expedición de bajo nivel. Parece que te subestimé, eres un comerciante en toda regla. —repliqué ante su propuesta.

Él suspiró, finalmente abriendo los ojos, los cuales eran avellana con espirales, similares a los de Jessica.

—Y tú demasiado perspicaz para un aventurero de rango plata… —respondió para posteriormente observar a Jessica. —Bueno, supongo que es de esperarse, viajas con una joven de Izmir, un demonio y una asesina.

No me esperaba encontrarme a un monstruo como él al llegar. La mayor parte de comerciantes, si bien eran mañosos y codiciosos, rara vez eran lo suficientemente perspicaces como para analizar a un grupo tan variado como el nuestro.

—Debes saber que nuestro destino es la ciudad Portual al Noreste —expliqué.

Él se detuvo a pensar por un momento.

—¿Así que la frontera marítima con el imperio, eh? Es un lugar bastante peligroso —mencionó, aunque, por su tono, parecía estar dispuesto a ir.

—Lo sé —repliqué secamente.

Mientras él se detenía a sonreír, decidí dar un vistazo al resto. Shizu estaba comprando un plato de fideos negros, los había comido una vez, pero no recordaba su nombre. Por su parte, Jessica la acompañaba, comiendo lo mismo mientras cuestionaba al chef sobre la receta.

El Jil- Kael simplemente las observaba, era una escena algo reconfortante si recapitulaba todo lo que había pasado desde la invasión a la aldea.

—Así que. ¿Por qué quieres ir a la ciudad de Tianfei? —interrumpió el comerciante.

—Con lo perspicaz que eres, ya deberías de intuirlo —respondí.

El comerciante se mofó de mí.

—No importa que tan hábiles sean mis ojos o mi mente, no se me ocurre porque un ejecutor iría hasta ese lugar.

Al final entendí su punto, no bastaba con vernos para saber nuestro origen y mucho menos nuestros propósitos, lo ideal sería no decir mucho, mantener la información oculta y soltar lo necesario a regañadientes.

Pero, algo me decía que cuando se trataba de él, ser honesto daría mejores resultados.

—... Estoy buscando a los pétalos caídos, hay rumores de que hay un grupo grande en esa ciudad. —expliqué.

El comerciante entrecerró los ojos nuevamente, suspirando al escuchar mi objetivo.

—Bien, reúnete con tu grupo y organícense. Nos iremos dentro en la medianoche, tengo unos asuntos que atender. —dijo, para luego extender su mano. —Mi nombre es Carlo Ashtorn, es un gusto.

Acepté el apretón de manos, sorprendiéndome por su repentina formalidad.

—Mi nombre es Hayato Endou, será un placer viajar contigo. —respondí.

La breve conversación terminó poco después, le ordené a Kael resguardar el carruaje. Aunque seguramente nadie querría robar uno de aspecto tan miserable.

[...]

Antes de que cayera la medianoche, me encontraba cenando junto a Jessica. No solía cargar mucho, así que, en cuanto recuperé el bolso con mi equipo, decidí relajarme por el resto del día.

Jessica, quien estaba comiendo arroz blanco y carne salteada, volteó a verme.

—¿No sabes nada de Aoi? —preguntó vacilante.

Era de esperar que le tomase tiempo reunir el valor para preguntar por su mejor amiga. Sentí como si mi pecho estuviese siendo presionado al recordar aquella escena, sabía bien que ella no estaría bien, incluso si aún permanecía con vida.

Pero, al ver a la amiga que había salvado frente a mí, no pude evitar mentir.

—No, pero estaba con Gell durante el escape, estoy seguro de que estará bien y- —me detuve a verla, mientras apretaba los puños y entrecerraba los ojos —Los encontraremos.

Ella simplemente apartó la mirada hacia su comida, dando otro bocado para finalmente murmullar:

—ya veo.