Me sentía cansado. Después de que Owen salió en busca de la audiencia con la familia real, fui escoltado por una de las sirvientas de la mansión hacia la habitación de visitantes.
La habitación era pequeña, pero estaba perfectamente arreglada.
Me recosté sobre la cama y de un momento a otro estaba profundamente dormido.
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Mis ojos se abrieron poco a poco, aun los sentía pesados por el sueño. Tenía motivos justificables para sentirme cansado, el viaje había sido demasiado cansado y mis fuerzas estaban casi agotadas.
Después de considerar si levantarme o no, finalmente decidí que no era el momento de ser perezosos, la misión aún estaba en marcha y no podía fallar en ella.
Arreglé mi ropa y salí de la habitación en busca del comedor de la mansión.
Caminé por el pasillo de las habitaciones, encontrándome con uno de los sirvientes, a quien pregunté por el paradero del señor Owen.
Owen ya había regresado y estaba en el comedor tomando su desayuno. El sirviente había sido enviado a informarme de su llegada.
El sirviente me guio hasta el comedor y cuando finalmente estábamos por llegar escuche la voz del señor Owen.
"Espero que se haya sentido cómodo señor Ayub" – dijo Owen con tono sereno.
Todas las miradas fueron dirigidas hacia mí cuando ingrese al comedor.
"Buenos días a todos" – comenté mientras me inclinaba con respeto.
Camine hacia la mesa donde el sirviente que me acompañaba estaba sujetando la silla donde debía sentarme.
"Le aseguro que asido tal como lo dice señor Owen, me han atendido muy bien y mis fuerzas están casi recuperadas" – comenté mientras me sentaba.
Persia Bálagos tenía una expresión de mal humor, pero su estado no era de ira o enfado, más bien parecía como si mi presencia le irritara.
'Creo que exagere con mis bromas'
Me sentía un poco incómodo, no esperaba que Persia fuera a tomarse las bromas tan apecho.
"¿Cómo fue la reunión con la familia real?" – pregunté tratando de cambiar el tema.
Owen dejó de comer y se limpió las migajas de su boca para responder a mi pregunta.
"La reunión ya ha sido programada, espero que hayas pensado en una excusa válida para que el rey nos dé acceso al Testamento del Dragón"
Las palabras de Owen fueron como un rayo para mí. Estaba demasiado cansado y me había quedado dormido sin pensar en una excusa, así que no tenía nada que responder.
'¡Maldita sea! ¡Me olvidé de esa parte!'
No podía decirles que no había pensado en nada, ya que se molestarían y podría perder su ayuda, así que solo podía fingir que sí había pensado en algo.
"Confía en mí todo saldrá bien, tengo todo bajo control" – dije con confianza tratando de no delatar mi fachada.
Todos me miraron fijamente como si mis palabras no hubieran sido suficiente para convencerlos.
Después de unos segundos, Owen suspiro cansadamente.
"Uff…"
"Espero que así sea, de lo contrario, no volverás a recibir nuestra ayuda"
Una sonrisa irónica se formó en mi rostro al escuchar sus palabras.
'Parece que debo apostar todo al plan original' – comenté en mi mente.
"¿Cuándo se llevará a cabo la reunión?" – pregunté con curiosidad.
Owen respondió de inmediato sin considerarlo.
"En una hora vendrá el carruaje de la familia real para recogernos"
Sentí que mi respiración se detenía, creí que tendría al menos un día para perfeccionar mi plan.
Persia parecía conocer la situación en la que me encontraba, así que la sonrisa en su rostro solo hacía que mi preocupación se intensificara.
El desayuno transcurrió sin problemas. Todos los preparativos estaban listos, solo nos quedaba esperar a que el carruaje real apareciera.
Todos estábamos parados frente a la entrada de la mansión. Owen y su familia estaba muy arreglada. Estaba muy sorprendido al ver la belleza de Persia. Ella se había arreglado muy bien, incluso parecía más hermosa que cuando la conocí.
Después de unos minutos de espera, el carruaje finalmente apareció. Cuatro jinetes lo custodiaban. Todos estaban fuertemente armados.
Cuando el carruaje llego frente a nosotros, la puerta se abrió y un hombre de traje muy bien arreglado salió de él.
"¡¡Que la bendición del dragón este con vosotros!!" – declaró el hombre.
"¡¡Que la bendición del dragón este contigo!!" – respondimos todos al unísono.
Este era el saludo general de los dragones. Siempre que alguien visitaba a otra familia o visitaba otro reino, debía saludar y responder de la misma forma.
"Me presento, mi nombre es Bernardo Servín Draco y soy el mayordomo que ha sido enviado para custodiarlos hasta el palacio real"
Cuando Bernardo termino de presentarse, entendí de inmediato que este era uno de los sirvientes de la familia Draco, ya que su identificador de "Servín" lo colocaba en esta categoría.
"Es un gusto conocerlo mayordomo Bernardo. Esta es mi familia Bálagos. Ella es mi esposa Beatriz, mi hija Persia y mi invitado, el señor Ayub, quien es la persona que solicita la audiencia"
El mayordomo me observo de pies a cabeza como si estuviera analizando mi personalidad. Aunque este hombre era solo un dragón de servidumbre, no podía descartar su fuerza. La presión que ejercía era la de un guerrero que conocía perfectamente la guerra.
"Subamos al carruaje, debemos apresurarnos y no hacer esperar a su majestad, ya que está esperándonos en la sala del trono" – dijo el mayordomo mientras se daba la vuelta y subía al carruaje.
Me sentí un poco ignorado de su parte, pero rápidamente dejo de importarme. Yo era una persona que había tratado con muchas personalidades a lo largo de mi vida, así que ver su comportamiento solo hacía que sintiera lástima de su arrogancia.
El camino al palacio era muy largo. Aunque el mayordomo no lo demostraba, podía notar que su mirada no se apartaba de mí, estaba demasiado pendiente de mis acciones como para que lo ignorara.
El tiempo siguió pasando y su estado de alerta comenzó a incomodarme.
"¿Tiene alguna pregunta que hacerme mayordomo?" – declaré con frustración.
El mayordomo se sorprendió por mi pregunta, pero rápidamente recupero la compostura y fingió no estar afectado.
"Solo me preguntaba que necesitaba un simple humano de su majestad, el rey" – declaró el mayordomo con amabilidad.
Una sonrisa maliciosa apareció en mi rostro al escuchar su respuesta.
"Creo que el motivo no es de su incumbencia, ¿no es así?" – declaré mientras mi sonrisa se hacía más grande. Este mayordomo no era nadie importante para mí para que me humillara, yo solo me humillaba ante un ser y ese ser era mi Dios.
Pude ver como una vena aparecía en la frente del mayordomo.
"Usted tiene razón, señor Ayub, espero me disculpe" – declaró el mayordomo y la conversación acabo tan rápido como inició.
Todos en el carruaje parecían sorprendidos por mi comportamiento, quizá nunca habían visto a un humano ser capaz de confrontar a un dragón.
Después de unos minutos finalmente llegamos al palacio real. Este palacio era uno de los más hermosos del imperio, ya que la decoración de las dos alas saliendo del castillo lo hacían único.
Caminamos a la entrada del palacio e ingresamos en él, hasta que llegamos a las puertas de la sala del trono, donde se llevaban a cabo las solicitudes del rey.
"Pueden pasar"
Una fuerte voz se escuchó desde la sala del trono, dándonos permiso para ingresar.
Cuando las puertas se abrieron pude ver al hombre que estaba sentado en el trono, su cabello era rubio, sus ojos eran dorados y sus vestidos reales lo hacían parecer alguien imponente. La presión que el rey ejercía sobre la habitación era de alguien que poseía un núcleo rombo en su última fase de evolución.
"¡¡Que la bendición del dragón este con su majestad!!" – declaramos todos al unísono mientras doblábamos nuestra rodilla y nos inclinábamos en reverencia, con la mano derecha a la altura de nuestro pecho.
"¡¡Que la bendición del dragón este con vosotros!!
Pueden ponerse de pie" – declaró el rey.
Todos enderezamos nuestras espaldas y nos pusimos de pie.
"Estoy escuchando su solicitud, ¿Qué desean?" – preguntó el rey.
Las miradas de todos los presentes fueron dirigidas hacia mí mientras daba un paso adelante.
"Su majestad, mi nombre es Ayub Humán Devoto, he venido a este reino con el propósito de que me permita abrir El Testamento del Dragón y revelarles sus secretos, ya que soy la única persona capaz de abrirlo" - declaré con confianza.
Todos tenían expresiones de sorpresa en su rostro, incluso el rey estaba tan sorprendido como los demás.
'Solo espero que no me maten por mi atrevimiento' – comenté en mi mente mientras esperaba que las siguientes palabras del rey no fueran para dictar mi sentencia de muerte.