Esto sucede en la parte trasera de una casa, que decíamos que era tan vieja como el mundo por lo devastada que parecía en el exterior y por el como la naturaleza la estaba reclamando tras años y años de descuidos.
Esto hace mucho tiempo, antes de ser un terreno apto para construir, fue un vertedero de basura y hasta hace unos meses el patio en el que estoy tenía basura hasta donde alcanzaba la vista. Un arduo trabajo de recolección solo dejó ciertos objetos que eran demasiado pesados como para ser transportados por mi mano de obra actual.
Después de la limpieza la naturaleza comenzó a reclamar lo que por derecho era suyo, formando un ambiente extravagante combinado entre un parque de desechos no peligrosos y la arboleda que se encontraba detrás.
El pasto que había dejado de crecer antes ahora crecía sin control y llenaba nuestros pies con una sensación de picazón leve al andar descalzos. Nunca soportaba esto tan bien como el grupo que tenía rodeándome, así que llevaba un par de botas altas.
Como sea, en medio de nuestro grupo, al que yo a veces me refería amablemente como "pequeños demonios", anuncié:
—¡Vamos a jugar!
Cuando mi voz fue captada por el grupo que en principio parecía desinteresado, sus ojos comenzaron a brillar y el grito combinado de "¡Siii!" fue lo suficiente como para escucharse a varios metros de nosotros. Por reflejo cubrí mis oídos.
Al mismo tiempo que el ensordecedor sonido de los niños, cuyas edades variaban entre 4 a 10 años, terminaba, ellos corrían para alejarse de mí.
Sin tiempo para explicarles siquiera las reglas, todos desaparecieron en el parque de los desechos y los árboles.
—Ah... son demasiado rápidos — yo me lamenté en silencio, que fue complementado con el silencio que ahora hacía en este lugar.
Caminé en la misma dirección en la que corrieron, adentrandome yo también al bosque y de manera visible no vi a ningún niño que quedara atrás o que halla sido excluido de alguna forma. Su trabajo en equipo era por mucho su mejor talento, así como su orgullo. Pero, bueno, aún son niños.
Pude visualizar un par de pisadas y huellas dejadas en una llanta. Me detuve en seco y pensé por un momento antes de levantar la voz de manera audible:
—Oh, vayaa,— Traté de hacer mi voz mas falsa posible y continué con mi actuación — parece que los niños no están por aquí. Debería irme a buscar por otro lado.
Terminando mi frase, pisé el suelo fuertemente y en ritmos para que parecieran pisadas. Gradualmente bajé la intensidad hasta que dejé que pisar por completo.
Escuché en silencio... y no pasó mucho tiempo antes de escuchar un trío de vocecitas susurrando.
—...¿Ya se fue?
—¡Shh! No hagas ruido.
—Aunque se haya ido, debemos mantenernos ocultos.
Tan fácil.
Silencié en la medida de lo posible mis pasos y rodeé la llanta que pareció pertenecer a maquinaría de construcción de hace años. Era lo suficientemente grande como para que me tomara unos segundos rodearla por completo, pero al final me encontré con un trío conformado por dos niños y una niña que asomaban sus cabezas nerviosamente en la dirección en la que aparenté irme.
No notaron mi presencia detrás de ellos hasta que toques el hombro de la niña, que saltó y dio un grito por el susto, alertando a sus dos compañeros.
—¡Está aquí!
—¡Corre!
Trataron de dar media vuelta para alejarse de mi, pero ya era demasiado tarde.
—No tan rápido.
Me estiré y toqué sus hombros ligeramente.
—Los tengo.— anuncié en tono victorioso— Supongo que ahora pueden ir a buscar al resto.
Las reglas dictan que, una vez atrapados, tendrán que ayudar a su captor a cazar al resto.
Al juego lo llamabamos "Estocolmo".
Los niños bajaron la cabeza con decepción, pero fueron obedientes y marcharon en la dirección en la que apunté. Yo me quedé en el lugar y esperé a que se alejaran lo suficiente.
Miré por el rabillo del ojo hacía un árbol que se encontraba detrás de mi.
—Tu también irás, ¿verdad?
—¡...!
–Vamos, — ordené— sal.
Quien salió de detrás del árbol era una niña. Sus mejillas estaban un poco infladas en señal de puchero, pero le acaricié la cabeza y fue obediente a seguir a los niños que se fueron primero.
Con esa son 4.
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Unas dos horas después el sol se estaba escondiendo y los niños se encontraban reunidos una vez mas. Los rostros de algunos estaban enrojecidos y tomaban aire mientras estaban sentados en el suelo.
—Aargh, ella nos ganó otra vez.
—Es... demasiado rápida.
Algunos se lamentaban y otros se veían ligeramente frustrados, pero no había resentimiento, sino expectación para la próxima vez que jueguen.
Esto era el resultado natural de una sesión de juego sana, competitiva y donde todos se divirtieron.
—Bueno, les falta mil años para alcanzarme.— les dije con arrogancia— ¡Mejor suerte para la próxima!
Mis palabras parecieron tocar un punto débil y una vez mas se fijaron en mi y el mayor de los niños, cuya edad era de 12 años dijo:
—¿Como es que tu no te cansas? ¿Eres un monstruo?
—Fufufu, ¡son secretos de una doncella!
Yo estaba radiante en medio de todos los niños. Apenas había sudado a pesar de haber perseguido a varios de ellos. La regla de tener ayudantes me daba espacios para descansar y reponer energías, además de otra técnica especial que aprendí.
—Diablos, solo tu y Letty no parecen cansadas.
El mayor, cuyo cabello era de color negro, señaló descuidadamente hacia una niña que se encontraba un poco apartada del resto, cuyo cabello negro tenía mechones blancos que la hacían destacar junto a sus ojos grises.
Y continuó:
—Es impresionante su velocidad.
—Si, ella fue la última en ser atrapada.
—¿Como es tan rapida?
Los niños conversaban entre si mientras sus miradas se centraban en la niña que no tenía mas de 9 años de edad y que era de complexión delgada.
A ella parecía incomodarle las miradas, así que decidí intervenir.
—Bieeen, estoy segura de que todos están cansados, así que entremos y tomemos un baño.
Mi sugerencia fue recibida con positividad y los niños se ordenaron para entrar a la casa.
Aquella niña que recibió las miradas de antes se acercó a mi. No dijo ninguna palabra, pero sentí lo que quería decir.
—¿Quieres que te lave el cabello? Claro.
Entramos últimas y fuimos derecho hacia el baño que era mas pequeño que un baño comunal y que estaba separado en niños y niñas.
La cena siguió después del baño y finalizamos con una reunión de cuentos antes de dormir en la gran sala que estaba repleta de camas donde los niños dormian.
Fue una noche tranquila, como casi todas hasta ahora.
...Nunca supe que no quedaba mucho tiempo para que eso simplemente acabase.
8 días hasta el evento principal.
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Cierto, aún no me he presentado. He querido tener un poco de tiempo para mi desde... ¿hace meses?. Pero las cosas siempre son agitadas por aquí.
—¡Lina, necesito tu ayuda!
—¡Si, si!
—¡Lina, ¿me alcanzas eso?!
—De inmediato.
—¡Lina!
—¡Lina!
—¡Linaaa!
—S-Si...
Aquí las cosas siempre son movidas.
Aquí soy la mayor, la mas inteligente y la mas fuerte. Estos niños me quieren tanto como me necesitan. Y yo también los quiero tanto como los necesito.
Pero volvamos al principio; Lina es mi nombre, no tengo apellido y mi edad es de 16 años. No tengo padres ni hermanos.
Vivo en el orfanato "estatal" de la ciudad □■□□■, donde convivo con otros 15 niños en mi misma situación.
Me desenvuelvo en papeles de cuidadora y consultora, además de apoyar a los niños con sus tareas, cocinar, y algunas otras tareas generales. Aunque no hago esto sola, me mantiene ocupada casi toda la mañana hasta que los niños se van a la escuela.
—Llegarán tarde si no se apresuran— advertí a un grupito que se encontraba un poco atrasados y los ayudé a preparse para su dia escolar.
Los niños acabaron sus desayunos, alistaron sus útiles escolares y salieron todos en un gran grupo, con los mayores tomando las manos de los menores.
—¡Buena suerte y hagan lo mejor en sus estudios!— grité ánimos como una madre soltera en la puerta de la casa.
Una vez los 15 niños se fueron a la escuela me encargué del desorden típico dejado atrás, como los servicios sucios y la ropa desordenada. Y dos horas después salí a mis propios asuntos.
Caminé en dirección de una escuela secundaria local al que iba la mayoría de chicas de mi edad. A estas horas los estudiantes estaban en clase, así que no me encontré con ninguna colegiala ni tampoco algún profesor, solo con la gente que me saludaban si me conocían.
Mi paseo me llevó a la escuela y me detuve en la puerta... pero no entré. Tampoco llevaba uniforme, solo una mochila con un cambio de ropa diaria.
Pasé de largo después de unos segundos para no parecer sospechosa y continué con mi viaje rutinario normal.
Las calles se hacían mas presentes a medida que caminaba y la gente aumentaba. Me detuve en frente de una tienda con un gran vidrio donde mostraban una cantidad de libros que eran populares en estos tiempos.
Aquí trabajo: la libreria.
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—Buenos días.
Con un "Tin", la campanilla anunció mi presencia y un hombre que se situaba detrás de un mostrador me miró sorprendido por un momento y dijo:
—¿Lina? ¿Que haces aquí? Hoy no tienes turno.
Este hombre era el dueño de la tienda de libros mas antigua de la zona. Vivía en el segundo piso de la tienda junto con su esposa. Tiene alrededor de 60 años y su tienda ha pasado de su abuelo, a su padre y finalmente a él.
Caminé hacia el mostrador mientras respondía:
—Su esposa me llamo.—dije, haciendo un ademán de teléfono — Se enfermó, ¿cierto? Así que me pidió que tomara un turno hoy para que usted pueda cuidarla.
—Ya veo...— el señor, mi jefe, se vio aliviado con mi explicación y tras tomarse un momento, dijo: —Entonces, te encargo a ti la tienda.
—Si, encantada.
Me situé al lado de mi jefe para reelevarlo de su puesto y saqué de mi mochila un mandil gris que me puse y que llevaba el simbolo de un libro en el medio.
—Bien, iré arriba para cuidar de mi esposa. Llamame si necesitas ayuda.
—Daré mi mayor esfuerzo. Centre su atención en que su esposa mejore.
—Realmente eres de gran ayuda.— dijo él, mostrando una sonrisa amable y aliviada. Y agregó — Quisiera tener a una hija como tú.
Yo no respondí e hice señas de que me esforzaría en el cuidado y atención de la tienda.
Después de intercambiar breves despedidas, el jefe subió unas escaleras detrás del mostrador que lo llevarían al segundo piso.
La tienda se quedó en silencio cuando la puerta se cerró. Esperé unos segundos hasta que las pisadas de los escalones se hicieron inaudibles y me desplomé en la silla.
—¡Haa....!—solté un largo suspiro cansado.
Es... difícil. Mantenerse despierto para hacer el desayuno, ayudar a los niños a prepararse y hacer todo el recorrido hasta el trabajo era cosa de todos los días, exceptuando el domingo, que era donde jugaba con los niños para mantenerlos activos y en forma.
A pesar de estar acostumbrada a todo esto, hacerlo por semanas, meses y años desde que asumí el papel de cuidadora... hace que sea pesado.
Algunos lunes, como este por ejemplo, siento que la fatiga de toda la semana pasada me choca de golpe. El inicio de la semana suele ser lo mas agotador.
—...Pero debo hacerlo.— me dije.
Levanté mi rostro caído y me di golpecitos en mis mejillas para luego levantarme y caminar por la tienda hasta una sección de libros de segunda mano que vendíamos.
Miré los libros de autoestudio y pasé un dedo por mi mejilla.
Debo pensar en lo que los niños necesitan, así puedo ayudarlos con sus tareas complicadas.
Pasé mi dedo por los libros hasta toparme con uno en específico.
—Um... Kent ya está en secundaria, así que supongo que este.
"Matemáticas para secundaria #1", ese fue el libro que elegí. No es la primera vez que tomo un libro para ese nivel, pero si es la primera vez que tomo uno detallado. Era de tapa gruesa y con suficiente información como para marearme.
Regresé al mostrador y me tiré en la silla con cuidado de no dañarla. Abrí el libro y me puse a leer algunas formulas y luego llevarlas a los problemas escritos. Mentalmente resolvía lo que podía y si no podía hacer algo, lo dejaba para después hacerlo.
También hacía notas en un cuaderno que traje e intenté copiar poco a poco de lo que había en el libro, como si estuviera copiando la clase de algún profesor.
Pero aún con toda mi mente trabajando en ello, solo logré aprender el 60% de lo que leí e incluso eso no aseguraba que lo tuviera grabado en mi mente.
—¿Debería usarlo...?— murmuré para mi misma mientras me estiraba— No, aun es muy pronto.
Uno de los secretos de porque mi resistencia física no se suele deteriorar. Aquella niña de cabello negro y ojos grises fue quien me lo enseñó.
Algo que necesito dominar aun, pero mi nivel me permite ser como soy ahora.
Mientras leía el libro, una que otra persona entraba a la tienda. Algunos simplemente se paseaban sin comprar nada, otros eran mas directos y agarraban un libro que les llamara la atención para comprarlo y otros que preguntaban sobre algún libro a mí.
Mi trabajo consistía mayormente en estar en el mostrador cuando hubiera gente y encargarme de ordenar cuando nadie necesitara que esté en el mostrador para recibir los pagos.
Hacía este trabajo hasta las 01:30 de la tarde y cuando llego esa hora decidí quitarme el mandil y dar mi trabajo de hoy por hecho. Mi jefe se encontraba bajando por las escaleras al mismo tiempo de mi hora de ida.
—Buen trabajo hoy. — él dijo, tomando mi relevo. También mostró una bolsa con algo y agregó — Tomalo.
—¿Es un almuerzo? No debió tomarse la molestia...— Traté de decir pero mi jefe me interrumpió.
—No, si debía. Eres de gran ayuda aquí y mi esposa también está muy agradecida.
"Eres de gran ayuda", huh... Tomé esas palabras al mismo tiempo que tomaba el almuerzo de sus manos y dije:
—Lo aceptaré gustosamente.
Con un poco mas de prisa, salí de la tienda y me senté en un parque cercano a mi siguente destino para tomar tanto un descanso como almorzar.
La comida de hoy era arroz frito. El jefe no es tan bueno cocinando, pero se esfuerza en hacer que sus comidas sepan hogareñas y siempre logra ese efecto... especialmente conmigo.
Recordé lo que me dijo cuando me dio el almuerzo y al mismo tiempo que la cuchara de arroz llenaba mi boca, mi cuerpo se liberaba un poco de la fatiga.
Tuve un almuerzo tranquilo.
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Después de almorzar el delicioso almuerzo, entré por la parte trasera de un edificio y ahora llebava un tipo diferente de mandil y una tela que amarraba mi largo cabello castaño en una cola de caballo.
Me paré frente a un joven adulto que me esperaba algo aburrido.
—Lina lista y presente para su labor.— dije con el mayor entusiasmo que pude reunir hacia mi superior.
Él solo miró con extrañeza mi entusiasmo y respondió casualmente:
—Bien, entonces, corta esas verduras de ahí.
—Si, señor.— respondí militarmente, agarré el cuchillo y me puse en ello.
Este es un restaurante que se encontraba en medio de la ciudad. Aquí soy un ayudante de cocina, y me encargo de cortar las frutas y supervizar los tiempos de cocción y de ciertas ollas y demás.
No es un trabajo tan exigente y mi superior suele ser muy indulgente con su trabajo y el mío. Él es un joven que dejó la universidad porque no le gustaba esforzarse mucho, así que ahora trabaja en el negocio de sus padres.
—Oye, niño, ¡¿ya está listo?!
—Si, si, ya casi.
Una señora de aspecto suave salió gritando hacia mi superior, pero él también respondió con su tono casual.
—¡Date prisa, los clientes están esperando!
Ella es la madre de mi superior y es una mujer algo ruda a pesar de su aspecto de ama de casa. En el pasado perteneció a una pandilla y eso explica su personalidad.
Ambos eran opuestos y mi superior se parece mas a su padre, que también es tranquilo, aunque serio en sus asuntos... así que en realidad no parece su hijo realmente.
Es una familia complicada.
Mientras me esforzaba por cortar limpiamente la verduras que fueron dejadas a mi cargo e ignorar la discusión que se formaba detrás, sentí que me acariciaban la cabeza.
—Realmente eres algo, ¿no puedes ser tan agradable como Lina?— la señora puso su mano en mi cabeza y me mostró como ejemplo hacia su hijo.
La miré y ella me guiñó el ojo.
¡Esa es la señal!
Dejé momentáneamente de cortar y miré a su hijo que tuvo su atención en mi. Junté las manos como si estuviera rezando y dije:
—¿Podría por favor poner mas esfuerzo en du trabajo?
Seguí los consejos que me dio la señora antes y humedecí un poco mis ojos mientras ponía mis manos a la altura de mis mejillas.
No sé para que hago esto, pero la reacción de mi superior fue la esperada.
—Tsk... eso es hacer trampa.— él solo dijo eso y sus movimientos se volvieron mas fluidos cuando cocinaba.
Es impresionante su talento cuando se pone serio.
Lamentablemente él evitaba hablarme después de hacer esto. Yo solo imito a los niños cuando quieren pedir algo, así que entiendo mas o menos el efecto de ver a alguien joven teniendo expectativas de tí.
—¡Gwajajaja!— la señora se río a mi lado— Realmente eres de ayuda en contra de mi vago hijo. ¿Por que no te vuelves mi hija?
Es como la quinta vez que me pregunta eso último, así que sé como responder.
—Quisiera encontrar mejores oportunidades de trabajo.
—¡Bien dicho!
Después de decir eso, ella volvió a lo que estaba haciendo, mostrando que sus habilidades de cocina vienen tanto de su talento como de su experiencia.
Yo continué con mi labor como asistente en la hora pico de ventas del restaurante hasta que llegaban las 5 de la tarde, que era cuando la clientela bajaba considerablemente.
Me quité el mandil de cocina, desaté mi cabello y comencé a prepararme para marcharme. La señora me detuvo cuando estaba por irme.
Tenía una bolsa de la tienda en la mano y me la dio.
—Tomalos, son bocadillos para esos niños de tu orfanato.— ella dijo, pero su voz se puso un poco mas firme y agregó. — Es difícil cuidarlos, lo sé. Así que lleva esto y descansa.
—Yo... ¡¿Mghu?!
Intenté negarme, pero en cuanto abrí la boca uno de los bocadillos, hecho a base de pan combinado con carne, cubrió mi boca y evitó que hablara.
—No aceptaré un "no" por respuesta. Tomalos.— ella dijo, poniéndolo entre mis brazos.— Te lo he dicho varias veces: Acepta la ayuda de los demás, aunque no confies en nosotros.
—Mhujas... — tragué el bocadillo en mi boca y continué — erm, muchas gracias.
Sin decir nada mas, me alejé, otra vez con prisa, a mi siguiente parada.
Me detuve en un baño publico y saqué un vestuario de mi mochila, que consistía de una camisa, falda y chaleco de la esucela secundaria local por la que pasé esta tarde.
Con el uniforme de colegiala, estuve lista para regresar a casa.
No me tomó mucho regresar hacia la casa conocida, que tenía sus luces encendidas por la noche.
El ambiente a su alrededor parecía algo lúgubre que contrastaba con la iluminación esclarecida de la mañana. Desde lo lejos parecia una casa abandonada y embrujada, pero la gente local sabía que estaba siendo habitada por nosotros.
Recibir algunos bocadillos o cosas de las personas no eran tan raro e incluso algunas veces salíamos con los niños a recibir donaciones en forma de cosas como ropa usada, accesorios o cualquier cosa que no necesitarán. Lo usábamos todo y encontrábamos la forma de aprovecharlo.
Me acerqué a la puerta mientras mis pisadas en la madera del suelo la hacian crujir y la abri sin tocar.
Con el ruido chirriante de la puerta detrás de mi, anuncié en voz alta:
—¡Ya llegué!
Tras unos momentos múltiples voces se escucharon después de la mia.
—¡Lina volvió!
—¡Lina!
Una avalancha de niños fueron a recibirme en la entrada. Por unos momentos me sentí como un soldado regresando de la guerra y estar separado en su familia por un tiempo.
—¡Oh, y trajo comida!
—¡Bocadillos!
Los niños vieron la gran bolsa llena de bocadillos en mis manos y su emoción por recibirme aumentó en gran medida.
Aun asi, no podía permitir que se los acabasen todos en el momento. Di un aplauso que los detuvo a todos en seco y dije:
—Comerán después de la cena.
—¡¿Eehh?!
Hubieron muchas protestas, pero todos obedecieron y terminaron sus cenas sin inconvenientes.
Luego de eso tuvieron un tiempo de reposo y comenzó el acto principal de la noche.
—Muy bien todos.— Kent, el mayor después de mi, se levantó y reunió la atención de todos los niños. Y continuó:— Lina se irá a trabajar y estoy seguro que a ella le encantará irse sabiendo que nosotros somos diligentes con nuestras tareas, ¿cierto?.
—Cierto.— los niños respondieron y Kent continuó.
—Entonces deberíamos empezar cumpliendo sus expectativas.— diciendo eso, él se volvió hacia mí —¿Cierto?
—¡Completamente!— respondí con un pulgag arriba.
Desde que asumí mi rol, he estado ayudando a los niños a organizarse y a preparar sesiones para que hicieran sus deberes de manera activa y ahora todos deberían estar bien sin mi. Kent y yo planeamos dejarle a cargo mientras yo salgo a trabajar un poco más temprano.
—Bien, ya me voy.
Tras unas cuantas palabras más de Kent para convencer a los niños, me quité el uniforme y me cambie a un atuendo más simple, pero efectivo para el frío de las noches
Kent me fue a despedir a la puerta y algunas niños lo acompañaron..
—Te los dejo a cargo.— le dije mientras acariciaba la cabeza de un pequeño que estaba con ansias de cariño.
—Si...— Kent parecía y se veía muy seguro pero una vez los niños volvieron a hacer sus tareas, su máscara se cayó y mostró preocupación en su rostro.—¿Realmente debes trabajar tu sola? Nosotros podriamos...
—No, — le interrumpí — no deben. Centrence en sus estudios y hagan lo mejor que puedan con sus deberes.
Es lo que espero de ellos esta noche y las siguientes. Sacrifico mi cuerpo por su futuro. Y es suficiente para mí.
—Mi trabajo como la mayor es cuidarlos y protegerlos hasta que puedan hacerlo por su cuenta.
—¡Pero...!— Kent todavía parecía dispuesto a seguir discutiendo, pero yo le volví a interrumpir, este vez con mi voz un poco más ligera pero convincente.
Y le dije lo mismo que les hice grabar en sus mentes:
—Todos podemos ser felices, solo que no todos podemos serlo de la misma manera.— tras decir eso me tomé un momento y continué — Y continuar por el camino forjado por una persona querida, incluso si eso signifique pisotearla, si eso te lleva a un buen lugar...— me detuve, esperando a que Kent continuará.
A él le tomó un momento, pero siguió la frase que tenía de memoria.
—...No es un mal recuerdo.
—Exacto.
Con eso, él no dijo nada más. Le acaricié la cabeza y me despedí saliendo por la puerta.
Aquellas frases se las digo cuando se preocupan por mí mas de la cuenta. Se las enseñé para saber que inclusive si me pisotean, tanto a mi como a mis aspiraciones, mientras ellos terminen en un buen lugar, estaré mas que encantada de ser pisoteada
Ah... y me olvidé agrarle algo más a esa frase.
—...Sacrifica a quien esté dispuesto a ser sacrificado..., huh.
Eso decían mis padres, quienes un día sacrificaron todo lo que tenían y todo lo que eran por dejarme vivir.
Caminé lejos de la casa cuyos habitantes estaban teniendo su sesión de estudios
Fui a parar a una tienda de conveniencia abierta las 24 horas. Era mi turno de supervizar hasta llegada la media noche.
Aquí no pasan cosas interesantes. Ni una pareja amable, ni una familia complicada, ni tampoco niños ruidosos. Era una tranquilidad fría.
Una vez acabado el trabajo, regresé a casa cua do todos los niños estaban durmiendo y yo también me desplomé en una cama libre para mí y caí en mi sueño profundo.
Mi despertador sonó temprano para levantarme.
...Y el día empieza de nuevo.
7 días para el evento principal.