Chereads / Cultivación prohibida (+18) / Chapter 148 - Subasta (I)

Chapter 148 - Subasta (I)

Al día siguiente, visito por la noche a Di Tao. La sodomizo. La llevo varias veces al orgasmo. Aunque alargo el tiempo que está al borde más de lo normal. En esa situación es incapaz de pensar con claridad. Responde a mis preguntas sin recelos o dudas.

Me ha llegado algo de información por los esclavos. Información un tanto preocupante. Su prometido tenía relaciones habitualmente. Iba al prostíbulo. Abusaba de esclavas. Antes de su actual amante.

Dicha amante es dominante. Según la opinión de uno de los esclavos, él actúa como un perrito faldero. Y ningunea a su prometida. A Di Tao. Lo alarmante es que dicha amante también tenía un prometido. Desapareció hace unas semanas. Nadie sabe qué le ha pasado. Sucedió cuando ya eran amantes.

Por supuesto, es posible que se ganara algún enemigo peligroso. Aunque no hay ninguna información al respecto. Las chicas han preguntado a otros esclavos por eso. Resulta preocupante y sospechoso. Hace más creíble que atentaran contra Di Tao. Aunque todo podría ser su imaginación.

La he convencido de que vaya con cuidado. La verdad es que no ha costado mucho. Realmente cree que la quiere matar. Está asustada.

Me ha contado que sus familias viven en la misma ciudad. Dentro del radio de influencia de la secta. A unos días de camino. Son las dos familias más importantes. Lo suyo es un compromiso político. Ninguna de las dos familias permitiría romper la relación. Diferente es si ella muriera.

La amante es de la misma ciudad. De una familia algo más modesta. Aliada a la de él. No sé si hay amor real o ella lo utiliza. Le supondría una mejora de estatus.

Lo peor es que no puedo hacer nada. No estoy seguro de la situación. Y son más poderosos que yo. No tengo ni idea de cómo ayudarla. Excepto decirle que no salga de la secta sola. Y mucho menos con su prometido. Claro que eso ya lo había decidido por sí misma.

Todo lo que puedo hacer es mantener un ojo abierto. Pedirles a los esclavos que si descubren algo, me avisen.

La dejo durmiendo. Agotada. Satisfecha. Por un rato, se ha olvidado de sus problemas.

—————

Pasa otro día y es la fecha de la venta de esclavos. La subasta de los esclavos normales será en unas horas. No voy a ir a la de alto nivel. Se requiere un depósito muy alto. Y no tengo ningún interés.

Dejo a Ken, Liu y Lang en la cabaña de esta última. Desnudas. Llenas de mí. Charlando animadamente. Bueno, Liu todavía está jadeando.

Ken ha ido a buscarlas para ir a verme. Yo me he adelantado y las he emboscado allí. Se han sorprendido. Pero me han recibido con los brazos abiertos. También las piernas.

Le he dejado a Ken la leña para que la lleve luego. Aún es pronto. Les regalo un poco de tiempo juntas. Se llevan muy bien.

–Vete ya, que no nos dará tiempo de planear nuestra venganza– me despide Ken.

Me vuelvo. Me acerco. La beso.

–Estaré esperando– le aseguro todo lo seductoramente que soy capaz.

–¡Yo también quiero!

–¡Y yo!

–¡Envidiosas!

Se ríen. Me río. Beso también a las otras dos antes de irme.

Como siempre, oculto el rostro. Paso por el mercado. Me cambio de ropas. Voy a la ciudad. 

Es posible que alguno de los guardias delate que he salido de la secta. Que me reconozca incluso tapado. Por eso, me cambio de ropa. Para que no puedan distinguirme mis enemigos. Tras salir del mercado, el camino deja de ser totalmente seguro.

Como siempre que hay mercado de esclavos, se nota la afluencia de gente. Y aprovechan para montar otro mercado con productos varios. Algunos vienen exclusivamente por esto.

Me doy una vuelta. Hay algunas hierbas que podían ser interesantes. Pero no soy capaz de apreciar si son reales. O si su estado es bueno. O para qué sirven. Como no me da tiempo de sacar a Wan, simplemente paso de largo.

Estoy muy atento a los murmullos y conversaciones. Por eso me he parado en la taberna a tomar algo. Muchos hablan de la familia Guo. Saben que pasa algo, pero no el qué. Parece que por ahora no ha trascendido mucho. Sin duda, están actuando rápido.

Nada me llama la atención. Y tampoco tengo mucho tiempo. Así que voy al edificio donde es la venta de esclavos. Es la segunda vez que entro siendo libre. Sigue pareciéndome lóbrego.

Echo un vistazo a los esclavos que venden directamente. Fuera de la subasta. A Hong la venden en subasta por ser ama de cría. Es bastante especializado. Aunque su valor no tiene por qué ser muy elevado. A menos que alguien la necesite con urgencia. Voy con el rostro oculto. Bronceada viene conmigo. Para asegurarme de que no nos equivocamos.

Está nerviosa. Me ha dado varias veces las gracias. Aunque no lo consiga. Por intentarlo. Realmente la aprecia mucho. Incluso su lealtad ha vuelto a subir. Casi completa. Por eso, la hemos dejado acompañarme.

Aparte del rostro tapado, tiene una redonda barriga. Hacemos ver que está embarazada. Para que resulte obvio por qué la queremos. Quizás tomamos demasiadas precauciones.

No parece que le guste mucho lo que ve. No todos los esclavos están bien tratados. Quizás está preocupada por su tata. Quizás porque ella es ahora una esclava. También es posible que sienta empatía por ellos. O por las chicas que fueron esclavas. No le pregunto.

Lo que sí es evidente es que está tensa. Nos hemos cogido de la mano para disimular. Pero ahora me está apretando más. Es curioso. Hace unos meses me odiaba. Bueno. Rong aún me odia. Y eso que le salvé la vida. También la convertí en mi esclava, claro.

Pago los 50 oros de depósito. Me dan una tarjeta. Puedo usarla para pagar lo que compre. O me lo devolverán al salir. Se aseguran así de que quien entra tenga al menos un mínimo de capital. También nos dan un objeto de madera. Sirve para alzarlo y pujar.

Nos vamos a los asientos asignados. Un tanto hacia el final y la derecha. Puedo ver algunas de las cabinas de la segunda planta. Otras están encima. Allí es donde se encuentran los clientes importantes.

Es una sala que se usa habitualmente para subastas. No solo de esclavos. De hecho, nos han dado información de las próximas subastas. También de esta. Hong debe de ser la cincuenta y dos.

Un par de mujeres llegan poco después. Se sientan a mi lado. Sus rostros están ocultos tras sendos velos. Aunque sé quienes son. Shi y Song. Estaban justo detrás de mí en la cola. Hacen ver que no me conocen. Están aquí por si acaso.

Hablo un poco con Bronceada. Para disimular. Le señalo donde esta Hong en la lista. Incluso acaricio su barriga postiza.

No hablo con mis vecinas. La gente que oculta su rostro no viene a hacer amigos. Mejor disimular. Tres cuartas partes lo ocultan.

Tras un rato de espera, aparece la subastadora. Es una mujer de mediana edad. Con un cuerpo voluptuoso. Ropa ceñida que realza su figura. Muchas miradas contienen deseo.

–Buenas tardes, damas y caballeros. ¡Es hora de empezar nuestra subasta! Como siempre, todos los esclavos han sido revisados. Nuestro establecimiento asegura que no tienen enfermedades ni discapacidades ocultas. Como todos ustedes saben, somos muy serios con nuestra reputación. Recompraremos cualquier esclavo por el mismo precio si hubiera un problema– anuncia ella.

–Vuestra humilde servidora, Guo Bo, se encargará de presidir la subasta– continúa.

Hay algunos vítores y halagos. Ella sonríe. Es de la familia Guo. Una de las concubinas con las que se encontraron Shi y Song. Las escucho murmurar entre ellas al respecto. Es evidente que para que las oiga. Mientras, esta explica las reglas.

Hay algunos murmullos. No es de extrañar. Se dice que algo está pasando en la familia. Parece que algunos pensaban que no vendría ella. Hay quien sabe más de la situación. Lástima que no sé como interrogarlos. Tendré que esperar.

–Nuestro primer esclavo es un joven de 17 años. Pueden ver sus poderosos músculos. Apto para trabajo pesado. También tiene educación sexual y está bien dotado. Ideal para alegrar las largas noches. Tiene experiencia en carpintería y tareas domésticas– explica entusiasta.

Vuelve a haber murmullo. Sobre todo cuando una esclava llega frente a él. Con la mano estimula su miembro. Que muestran en toda su extensión a los compradores. Sobre todo, a las compradoras.

–No está mal, podríamos pujar– susurra Shi.

–Mmm, interesante– la acompaña Song.

Sé que lo hacen para molestarme. Se divierten mientras se meten en su papel. A mi costa.

–La subasta empieza en 50 oros. Al menos una subida de un oro– anuncia.

No tarda en alzarse uno de los objetos. A veces, alguno alza la voz para dar un precio diferente. La subastadora hace su papel.

–80 oros. ¿Quién da más? 81. 82 al fondo. 83.

–¡100!– grita una voz femenina.

–¡110!– grita una masculina.

Al final, acaba vendiéndose por 447. Tres mujeres han pujado bastante entusiastas. Se han incluso insultado entre ellas.

La siguiente es una esclava de la misma edad. La hacen desvestirse. Sus pechos son firmes y abundantes. Menos que Song. Su culo adorable. Sonríe, aunque se ve forzado. Sin duda, está asustada.

–Virgen y obediente. Sabe leer, números y tareas domésticas. Un dulce capricho al que moldear a gusto. Criada para servir a su primer dueño. Ideal para jóvenes señores– explica Guo Bo –. Precio inicial, 50. Mínima puja, uno.

La subasta es aún más entusiasta que la anterior. Al parecer, las esclavas vírgenes y jóvenes son muy populares. Acaba llegando a 650. Lo siento por ella. No sé que futuro le espera. Ni a todos los demás.

Después pasan unos cincuenta más. La mayoría jóvenes. Los que no, tienen alguna peculiaridad. Sobre todo, oficios. A todas las familias les interesa tener carpinteros, jardineros, cocheros…

Los precios varían, aunque ninguno llega a 1000. Sin duda, la subasta de alto nivel lo sobrepasará. El depósito era de 5000. El catálogo de esa subasta incluye esclavos con cultivación. La estrella de la subasta es la rica heredera de una familia que quebró. Etapa 6 de alma. Subrayan que es virgen. Precio inicial 10000.

Personalmente, no le veo más valor que las demás. Pero supongo que los compradores sí.

Shi y Song han pujado un par de veces en esclavas. Supongo que para disimular. Solo lo han hecho cuando el precio era muy bajo. Antes bromeaban que, si tenían suerte, me comprarían un regalo.

Evidentemente, no podemos dedicarnos a comprar esclavas. Nuestros recursos son limitados. Aunque quisiéramos, no tenemos los medios. Además, no podemos añadir muchas más de momento. No daría abasto. Al menos, por ahora.

Finalmente, aparece nuestro objetivo. Bronceada la mira muy fijamente. Se le humedecen los ojos. Me coge con fuerza de la ropa.

–Es ella– susurra.

Ya me había dado cuenta.

–Un ama de cría veterana. Ha criado a más de veinte niños. La calidad de su leche está garantizada, así como su experiencia. Además, puede lavar, cocinar y limpiar. También servir sexualmente al hombre de la casa mientras la madre guarda reposo. Aunque su cuerpo no es joven, su técnica es refinada. Incluso si es solo con la boca– anuncia.

No deja de ser molesto que traten a los esclavos como objetos. Yo era uno de ellos. Yo era para ellos un objeto. Y algunas de mis chicas. La exponen totalmente desnuda. Sus pechos algo caídos pero llenos. Sus arrugas son visibles. Incluso algunas cicatrices.

Su edad se refleja en su cuerpo. No se ve muy terso y suave. Aunque me sigue pareciendo atractiva. No todos piensan igual. Algunos comentarios y burlas se han oído entre el público. He tenido que pellizcar a Bronceada para que se calmara.

–Precio inicial, 50 oros. Pujas de al menos un oro.

Enseguida se oyen pujas. Aunque solo suben de uno. No parece haber un gran interés. Si lo hay, suben de más. Para demostrar que lo quieren de verdad. E intimidar a contrincantes que no estén tan convencidos. Para hacerles saber que tendrán que pagar un precio demasiado alto. Al menos, no hay interés hasta que llega a 66.

–¡80!– exclama una voz.

Va bien vestido y muestra su rostro. Barba y bigote estilizados. Debe de estar en la etapa 8. No está mal si vive en una zona sin mucho qi. Sin duda, tiene interés en Hong.

Hay un momento de silencio. Las pujas se han detenido. Miro a Bronceada. Alza la señal.

–¡81! ¿Alguien da más?– sugiere la subastadora.

El hombre mira hacia nosotros, irritado. Frunce el ceño cuando nos ve. Suspira. Supongo que ha visto a Bronceada embarazada. Entiende que también tiene una razón para quererla.

–¡90!– vuelve a pujar.

Parece que vamos a tener competencia. Además, diría que no es de aquí. Si la compra, puede que se la lleve fuera de nuestro alcance.

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