Chereads / Cultivación prohibida (+18) / Chapter 129 - Cita de compras

Chapter 129 - Cita de compras

Por la noche, las chicas maldicen a Lady Lin. Luego se enteran de que he violado a mis pervertidas. Así que Shi, Song, Liang y Yi me atan y violan. Las otras prefieren ser víctimas. Aunque Shun y Lang se lo han pensado. Se llevan muy bien. Es gracioso ver a Wei querer mamar de Lang.

Me quedo durmiendo con Liang, Rayitas y Terror. Liang usa mi hombro como almohada, y la pata de Rayitas como sábana. Rayitas en mi pecho, exigiendo caricias. Tarda en dormirse. Aunque es relajante hacerlo. Tener su pelaje blanco entre mis dedos. Song dice que la tenemos muy consentida. Aunque ayer la vi sentada, con Rayitas en su regazo y acariciándola.

Terror se ha acomodado encima de Rayitas, sobre su lomo. Enrollada en sí misma. Ha pedido caricias un rato. Luego se ha ido a su cama. Es curioso. No se supone que las ratas sean animales de compañía. Tampoco se suelen criar para que suban de nivel. Al menos no por aquí. Pero una vez te acostumbras, resulta adorable. Además, ha demostrado ser muy útil.

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Por la mañana, cambiamos papeles. A las que violé me violan. Violo a las que me violaron. Lo encuentran divertido y excitante. No seré yo quien les lleve la contraria.

Cuando salgo de copiar unas páginas, me encuentro con un par de estudiantes femeninas esperándome. Son el centro de bastantes miradas. Es normal, van vestidas un tanto provocativas.

Bei Liu lleva un top que no acaba de taparle del todo. Puede verse la base de donde salen sus pechos. Y su ombligo. Muy sensual y provocativa. Lleva una falda bastante por encima de la rodilla. No creo que muchos se fijen en sus pendientes a juego. Me sonríe cuando me ve salir.

Bi Lang va un poco al revés. En lugar de un top sugerente por abajo, su blusa está abierta por arriba. Muestra bastante escote. Y sus hombros. Lleva pantalón. Ajustado y abierto por los lados. Muy sexy.

Se abalanzan sobre mí. Cada una me coge de un brazo. Supongo que es imposible no llamar la atención. No con ellas. Aunque no es tan malo. ¿Tendría que no disfrutar de su compañía porque otros sean unos envidiosos? ¿O decirles que no actúen como son por apariencias? Ya tuve suficientes cadenas cuando era esclavo. Vivir libre es algo a lo que me niego a renunciar.

–¿No me vais a dar un beso?– me quejo.

–Pareces un niño mimado– me critica Lang.

–¿Cómo no consentirlo?– se ríe Liu.

Cada una de mis mejillas es alcanzada por sus labios. Se ríen. Me arrastran hacia fuera de la secta. Sus pechos a menudo apretándose contra mi brazo. Sus risas y conversación alegre no se detienen ni un momento.

Es cierto que no es prudente salir de la secta. Pero el camino hasta el mercado es seguro. Y allí tampoco pueden hacerte nada. Que sea seguro es fundamental para los negocios. Por ello, hay expertos protegiéndolo.

Lo más complicado resulta escaparse un momento. Para poder invocar a Ma Lang, Shun, Liang y Song. Con sus rostros cubiertos, salen de detrás del árbol un rato después de que yo me vaya. Es la primera vez que Shun sale de compras. Estaba emocionada. Ma Lang, por alguna razón, también. Yo ya me he vuelto con mis pervertidas.

–¿Qué tal nos queda?– me preguntan.

Hay una tienda de ropa para la que han construido un pequeño edificio. Es popular entre los estudiantes. Estoy en la mitad de ropa femenina. Me hacen entrar al probador para verlas. La dependienta me mira, pero no dice nada. De hecho, ha sido muy respetuosa con ellas, muy dedicada. Sin duda, son buenas clientas.

Liu lleva una lencería amarilla. El sostén apenas llega a tapar sus pezones. El tanga es casi inexistente. Es una pena que no pueda follármela aquí mismo.

–Je, je. Parece que te gusta. Me lo pondré el próximo día que vengas a verme– me promete.

–¿Y yo?– sale de detrás Lang.

¿Lleva puesto algo? Bueno, sí. Es lencería negra. Con mucha más tela que la de su amiga. Tela transparente. Lo único que se ve claro son los contornos. Puedo apreciar perfectamente sus pechos, sujetos por el sostén. Solo ligeramente ennegrecidos. El vello púbico también es perfectamente visible.

Cuando ambas se giran sensualmente, puedo contemplar sus culos. El de Lang, cubierto por apenas una tira que se pierde entre sus nalgas. El de Liu, visible a través de la tela. Las dos son demasiado provocativas.

Me empujan hacia fuera entre risas. He visto que tenían un par de montones para probarse. Diría que no hay mucha tela.

Me acaban mostrando cinco conjuntos de ropa interior. Ha sido sorprendente que cada una de ellas ha elegido uno bastante normal. Plano. Uno era rojo. El otro blanco. Se han reído cuando he preguntado. Los otros cuatro dejaban poco para la imaginación.

Incluso se han comprado un conjunto de ropa de vestir nada provocativo. Y otros cuatro de los que no se sabe dónde mirar. Parecían satisfechas mientras las devoraba con la mirada. ¿De verdad no puedo follármelas aquí? De hecho, después tienen algo que hacer. Me han sugerido que Fen Huan estaría en su cabaña con Pen, entrenando. Supongo que siendo azotada. Aún le queda para completar la primera fase del refinamiento de su cuerpo, a base de golpes.

No me han dejado pagar. Les había prometido comprarles algo. Otra cosa será. Cuando salimos, nos rodean tres personas. Los he visto antes. Es el estudiante Fen y sus dos secuaces. ¿Son estúpidos? ¿De verdad quieren atacarme aquí?

–Je, je. Por fin sales. No puedes escapar. No te preocupes por esas putas, las trataremos bien– amenaza, lamiéndose el labio.

Ellas se esconden tras de mí, asustadas. Yo me lo quedo mirando. Como quien mira a un idiota. Incluso es una pena que estemos aquí. Con los talismanes, podría acabar con el problema. ¿Cómo se atreve a asustar a mis chicas? Lástima que si los uso en el mercado tendría problemas serios.

–Salid de mi vista– les ordeno condescendiente.

–Ja, ja. Valiente estúpido. ¿Con quién te crees que hablas? ¡Matadlo!

Los dos secuaces me atacan. Y se estrellan contra una barrera de qi. Estaba preparado para esquivarlos y contratacar, pero no ha hecho falta, como era de esperar. Lo he visto otras veces. Haciendo encargos como esclavo.

–¿¡Quién se atreve a pelear en nuestro mercado!?– exclama con furia la voz de uno de los cuatro expertos que nos rodean.

–Yo… ¡Soy el heredero de la casa Fen! ¡Ellos son mis enemigos! ¡Ayudadme a cogerlos y seréis recompensados!– ofrece.

–Habéis transgredido las normas del mercado. Se os prohíbe la entrada de ahora en adelante. Echadlos y darles una lección.

Sin poder reaccionar, son inmovilizados. Es una pena que no pueda ver la paliza que les van a propinar. No importa quién seas. Incluso el hijo de uno de los maestres fue hace tiempo apalizado. ¿Qué les va a importar golpear un poco al hijo de un comerciante?

–¿Estáis bien? Lamento que hayan sido importunados– se disculpa el líder.

Debe de ser el que está hoy al mando. Ha juntado las manos y nos ha hecho una leve reverencia. Siempre se muestran respetuosos con los clientes. Incluso con nosotros. Nuestra cultivación es ridícula comparado con la suya. Fuera del mercado, ni nos miraría. Le devolvemos la reverencia. Ellas vestirán atrevidas, pero no significa que no sean respetuosas.

–Estamos bien. Agradecemos profundamente su ayuda– le respondo.

––Gracias por ayudarnos–– añaden mis pervertidas.

–Es nuestro deber proteger a los clientes– responde él. Saluda de nuevo y se va.

La verdad es que no esperaba que fueran tan estúpidos como para atacar aquí. Supongo que nunca habían tenido la necesidad de venir. Cualquier cosa que necesiten, se la deben ordenar a sus sirvientes o esclavos. Hubiera estado bien aprovechar para rematarlos después de la paliza. Pero es imposible. No lo permitirían. Tampoco quieren que se les vaya de las manos.

–Ah, ha sido un buen susto. ¡Kong es muy valiente!– me alaba Liu, abrazándome.

–Mi héroe– dice medio broma medio en serio Lang, también abrazándome.

Veo como las chicas suspiran aliviadas a los lejos y siguen con lo suyo. Tampoco es que pudieran hacer nada.

Seguimos dando vueltas durante un buen rato. Incluso se compran unos sombreros. Y miran algunas armas. Abanicos y cintas. Eso no lo esperaba. Quizás ha sido la casi pelea. Aunque dicen que es pronto para ellas. Les hago prometer que no las comprarán sin mí. Tengo algunos que puedo darles. Aunque, cuanto más tarde, menos sospechoso será.

Yo también hecho un vistazo. Quería comprar un anillo espacial barato para disimular. Las chicas me han convencido de que mejor lo hacen ellas. Mis pervertidas quizás me hubieran desaconsejado hacerlo. Mejor no tener que inventar excusas.

 A Bei Liu le acabo comprando una liga del mismo color que su pelo. Se la deja puesta. Es extrañamente erótica verla por debajo de la falda. Por encima de la rodilla.

A Bi Lang un sencillo collar que sujeta un lazo rojo. Queda muy erótico el lazo sobre su escote. Las dos parecen encantadas cuando nos vamos. De hecho, me empujan contra un pasadizo antes de separarnos. Devoran mis labios mientras soban mi cuerpo. Y yo el suyo.

–Más la próxima vez– se despiden seductoras, provocativas, dejándome a medias.

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Decido ir a ver a Pen y Fen Huan. Me encuentro a Huan atada. En el suelo. A Pen con unos zapatos con tacones con los que la pisa. Su mano blande un látigo que no deja de moverse. Se ha vuelto muy diestra con él. Yo puedo dar como mucho algunos latigazos. Ella lo mueve como quiere. Incluso imbuye qi en la punta.

Como tiene muy poco qi, ha tenido que esforzarse en no usar más de lo necesario. Eso ha hecho que su control sea increíble. O a mí me lo parece. Tiene talento.

–¡Kong! ¡Bienvenido! Estaba empezando a cansarme. ¿La azotarás un poco por mí?– me pide mientras sus brazos me rodean el cuello, y sus labios se cierran en los míos.

–Amo Kong. He sido mala. Castígame– me suplica Huan desde el suelo.

Supongo que no puedo negarme. Aunque no soy tan hábil como Pen, puedo usar más qi. Puedo hacer más daño. Eso le va bien a su método de cultivación del cuerpo. Siempre acabo dándole algunos latigazos. Ella lo disfruta.

–Un poco más abajo. Sí, allí. Ahora debajo de ese culo gordo. En la pata izquierda.

Pen me va dirigiendo. Sin olvidarse de denigrarla un poco. Y de pisarla. Huan gime de dolor y placer.

–Creo que ya es suficiente con el látigo. Esa zorra necesita que la castiguen por dentro. No se merece otra cosa que ser usada– sugiere Pen.

La coge del pelo y la lanza sobre la cama. La deja boca abajo. Le ata una pierna a cada pata de la cama.

–Haz lo que quieras con ella. No te olvides de azotarla. Maldita zorra. Ya está mojada– me la ofrece Pen, con un tono despectivo pero ligeramente sensual.

Penetro su vagina con el consolador que le regalé. Cuando está suficientemente lubricado con sus jugos, lo inserto en su culo. Añado qi para que vibre.

–¡Aaaaahh! ¡Mi culo! ¡¡AaaaahhHH!! ¡Mi vagina también!– gime ella.

La penetro después de colocar el vibrador. La embisto una y otra vez. Hundiéndola contra la cama. Por suerte, es resistente. Le pellizco la nalga. La azoto. Con qi. También pellizco su espalda y su costado. Sus piernas.

Pen no se queda ociosa. La coge del pelo y la abofetea. La hace doblarse hacia atrás. Expone sus pechos. Los puede coger y pellizcar. Agarrarlos. Estirarlos. Le pisa las manos. Usa también unos pinchos. No atraviesan la piel, pero deben de doler.

Huan no deja de gemir de dolor y placer. Se corre varias veces. Incapaz de controlarse. Jadeando. Su vagina contrayéndose. Hasta que la acabo llenando.

La dejamos atada. Contra la cama. Llena de mí. Pen le hace limpiarme el miembro con la boca. Mientras la coge del pelo.

Tras ello, Pen deja caer su ropa. Suelta el látigo. Me mira. Me sonríe. Me espera contra la pared. Pongo una mano en su cintura. La otra en su mejilla. La beso. Mi pierna rozando su entrepierna. Mis manos van hacia su pecho y su nalga. Las suyas a mi trasero.

Acaba levantando su pierna. La cojo del muslo. Hace más fácil que la penetre. Sin dejar de besarla. Su espalda contra la pared. Sus manos acariciando mi cuerpo. Que se mueve para entrar y salir de ella.

Me recibe sin reservas. Puedo sentir que me quiere. No es solo agradecimiento. Me gustaría decírselo todo. Ayudarla sin negarle nada. Y no solo a ella. Pero es demasiado peligroso. Por ahora, me conformo con tenerla una vez por semana. A veces más. Con devorarla. Con darle cuanto le puedo dar de momento. Con llevarla al límite del placer. Con amarla.

La cojo en brazos hasta la cama. La dejo allí delicadamente. La beso suavemente en los labios antes de irme. Huan se queda atada. Le doy una fuerte palmada en sus nalgas antes de irme. Pen me guiña un ojo. Me lanza un beso. Hasta pronto.