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Chapter 114 - Entrenamiento

La punta de la lanza está cubierta por unas ropas para que no haga daño. Y por pintura, para saber si acierta. También los extremos del bastón. Deberíamos hacernos con armas de entrenamiento. ¿Serán muy caras?

No tengo tiempo para pensar en ello. Song se abalanza hacia mí. No parece que vaya a dejarme respirar. Usa un movimiento de lanza directo. Supongo que está probándome. ¿Será el movimiento Ensartar?

No he tenido la oportunidad de luchar contra ella. Pero sí la he visto varias veces. Entrenando sola y contra las otras chicas. Así que desvío su ataque como se lo he visto hacer a Shi. O algo parecido. Quizás menos preciso.

Golpeo la lanza desde arriba con el bastón. Con la parte del impacto imbuido en qi. Provocando que cambie de dirección. La miro. Ella sonríe.

–Me hubieras decepcionado si hubiera sido tan fácil– me sigue retando.

Tras ello, vuelve a atacar. Ahora su lanza se mueve más rápido. Parece querer agujerearme con varias punzadas. Debes de ser el movimiento Mil Picaduras, dentro de las habilidades básicas de lanza. Por ahora, solo había conseguido un dominio menor. Lo que equivale a diez simultáneas. Con mil, debe de ser terrible.

Me veo forzado a retroceder. Mientras bloqueo y esquivo como puedo. Ella no para en su ofensiva.

–¡Asalto para Song!– anuncia de repente Yi.

Mierda. He salido del círculo que habíamos marcado. Ella me mira arrogante. Con cierto aire de superioridad. Volvemos al centro.

–Segundo asalto empieza, ¡YA!– anuncia Shi de nuevo.

Song vuelve a atacarme igual que antes. Con Mil Picaduras. Sonríe confiada. Yo vuelvo a retroceder. Si no hago nada, volveré a perder. Y estará inaguantable.

En uno de los bloqueos, no me limito a pararla. Golpeo con fuerza la lanza. Justo he añadido más qi al bastón. Eso rompe su ritmo, la ejecución del movimiento. Al fin y al cabo, su dominio es aún precario. No se lo esperaba. Tarda un instante en reaccionar. Cuando lo hace, está en el suelo.

He golpeado su pierna con el otro extremo del bastón. Con algo de qi. Pero no demasiado. No quería hacerle dañó. He conseguido que perdiera el equilibrio. He golpeado su frente con la punta del bastón. Más bien, acariciado.

–¡Asalto para Kong!– anuncia Yu. Parece que me apoya. A diferencia de su hermana.

Song acepta mi mano para levantarse. Se pega a mí al hacerlo. Noto sus pechos contra mí. Su aliento en mi oreja.

–Me has pillado por sorpresa. No volverá a pasar– me advierte.

–Lo mismo digo. ¡Ay!– me quejo. Me ha mordido la oreja.

–Ataques fuera de tiempo no son válidos. Si vuelve a suceder, la contrincante pelo zanahoria serás descalificada– amenaza Shi, intentado parecer seria.

Pero la risita se le escapa. Y no es la única. Song la mira y le saca la lengua.

–¿¡Falta de respeto al árbitro!? ¡Será sancionada después del combate!– vuelve a amenazar Shi, aunque nadie le hace caso.

Nos volvemos a poner en posición. Nos miramos. Nos retamos.

–Tercer asalto empieza, ¡YA!

Esta vez ataca con Ensartar primero. Luego vuelve a Mil Picaduras. Logro romperle el ritmo, pero no pillarla desprevenida. Salta para evitar mi golpe. Contrataca con el extremo sin punta de la lanza. Bloqueo con el bastón. Retrocede y vuelve a atacarme con Ensartar.

Sus recursos son pocos. Tampoco es que yo tenga muchos. No obstante, resulta divertido. Esquivar, bloquear, contratacar. Una par de veces me ha rozado. Serían pequeños cortes. Una par de veces la he golpeado, aunque no de lleno. Hubiera sido un ligero golpe si le hubiera añadido qi.

Estamos bastante igualados. Aunque ella tiene ventaja. No lo voy a reconocer. Al menos, no fácilmente. Por una parte, tiene lógica. Ella ha tenido la oportunidad de entrenar con las otras. Por la otra, ha estado mucho tiempo sin poder usar la pierna.

–¡Tiempo!– anuncia Liang.

–¿Ya?– se queja Song.

–La arena ha caído. Míralo si no te lo crees– se encoge Liang de hombros.

–Vale, vale. Ahora que lo tenía…– presume.

–Estabas justo cayendo en mi trampa– la contradigo.

El resto ríen. Saben que los dos nos jactamos sin motivo. Ella se acerca, clava la lanza en el suelo y me besa. Luego separa los labios y me mira.

–La próxima vez ganaré yo– asegura, apretando sus manos en mi culo.

–Eso habrá que verlo– replico, haciendo lo propio.

–¡Eh! ¡Dejad el flirteo para luego! ¡Me toca!– protesta Liang.

–Suerte. Va a ser divertido verte sufrir– se burla Song de mí.

La miro esperando una explicación. Solo consigo que su sonrisa se haga más pronunciada. ¿Qué están tramando?

–Las… Las reglas son las siguientes– anuncia Ma Lang.

Parece que le ha tocado explicarlas. Todos la miramos. Fijamente. Muy fijamente. Se pone nerviosa.

–¡Dejad de mirarme así! ¡Lo hacéis queriendo!– finalmente se da cuenta.

Ella está roja y con las mejillas infladas mientras nos reímos. Está adorable. Aunque no por ello vamos a tener piedad. Todo lo contrario. Así que no tiene más remedio que continuar.

–Liang disparará y K… Kong tiene que bloquear o escavar… digo… esquivar. Las flechas no tienen punta pero… pueden hacer daño– explica.

Miro a Liang. Pidiendo que sea buena. Sus ojos y sonrisa amenazadora me dicen que la dulce Liang habitual no está.

–¡Suerte Kong! ¡Más te vale estar atento!– me anima cuando está preparada para dispararme.

–Empieza, ¡Ya!– anuncia Song. No disimula que lo está disfrutando.

Liang tarda unos segundos en disparar. Se asegura que esté preparado. Sigue siendo considerada. Pero a partir de allí, no tiene piedad.

Primero espera que bloquee para disparar la siguiente. Las primeras tres. Luego acelera. Disparando una tras otra. No es difícil bloquearlas. Menos mal. Pensaba que sería peor. Bloqueo una más con soltura. Y otra me da en el brazo. Duele un poco.

Miro a Liang. Sonríe traviesa. Ha disparado dos seguidas. La segunda oculta tras la primera. No lo había hecho hasta entonces. Nunca me había fijado que lo hiciera antes. Ha esperado a que estuviera confiado. Me conoce bien. Me ha pillado.

–¡Punto para Liang!– exclama Yi.

La miro, aparentando rencor. Ella me saca la lengua. Lo cierto es que, si hubiera sido una pelea de verdad, podría haber incluso muerto. Me he confiado demasiado.

–¡Segunda ronda! Tresdosuno, ¡Ya!– exclama de nuevo Song.

Esta vez consigo pararlas casi todas. Algunas me rozan, pero ningún impacto directo. Podría hacerlo mejor. Va a ser cierto que me falta entrenamiento. A pesar de que la cultivación de Liang es baja. Me queda claro lo peligrosas que son sus flechas. Y que serán.

–¡Empate en la segunda! Ningún golpe claro, pero algunos arañazos. ¡Liang gana el combate!– anuncia Song.

No estoy seguro de si las reglas son muy justas. Sé que si me quejo será peor. Así que asumo mi derrota. Liang alza los brazos en señal de victoria. Luego se acerca y me abraza. Me besa.

–¿Qué quiera la ganadora de premio?– le susurro.

Ella me mira. Me sonríe. Me responde con otro beso.

Luego me hacen combatir con las gemelas a la vez. Por lo menos, solo atacan de cara. Su objetivo es que me acostumbre a pelear contra dos a la vez. O eso dicen. Es realmente difícil. Aunque no se esfuerzan mucho, me acaban avasallando.

No me atacan a la vez, sino una tras otra. Y siempre de cara. No tengo la menor duda de que lo harían a la vez si pudiera contenerlas. O desde ambos lados. Pero es imposible.

A veces consigo aguantar un poco, pero siempre acaba igual.

–¡Muerto!– anuncia Yu divertida tras clavarme su daga.

La cojo y del culo y la beso. Su hermana chasquea la lengua. Esta vez ha perdido. Bueno, he perdido yo. Pero eso lo dan por sentado. Compiten en ver quien es la primera. Y me exigen que las bese. 

Shi y Lang hacen lo mismo un rato después. Es algo más fácil contra ellas. Quizás debería decir algo menos imposible. Las espadas tienen mayor alcance, pero son algo más lentas. Dado que me era imposible no dejar acercase a las gemelas, la ventaja del alcance casi no se nota.

–Shi y Lang 23, Kong 0– anuncia Song. Lo está disfrutando.

Sin duda, han abusado de mí. Se han divertido a mi costa. Pero no puedo negar que ha sido un buen entrenamiento. Y que me harán repetirlo. Puede que con variaciones. Todo lo que se les ocurra. Y yo de víctima.

Nos quedamos un rato más por el bosque. Vigilando a Rayitas y Terror. Sin duda, disfrutan del paseo. Y aterrorizan a las débiles bestias de los alrededores. Van creciendo en tamaño y fuerza.

Por alguna razón, acabo en el suelo. Con Rayitas encima. Miro a las chicas acusadoramente. Ellas desvían la mirada. Suspiro. Acaricio a la tigresa mientras ella me lame son su áspera lengua. Y Terror la imita.

Acabamos adelantando trabajo. Follando en el bosque. Quizás no es lo ideal. Es mejor separarlo un poco más. Pero no podemos contenernos. Han empezado con besos. Y al poco tenía a Ma Lang contra el árbol. Penetrándola desde atrás. Agarrándola de las caderas. Sus pechos balanceándose seductoramente.

Yu me tiene abrazado. Yo de pie. Sus piernas en mi cintura. Su espalda contra un árbol. Apasionada.

A Song de lado contra un árbol. Una pierna en el suelo. La otra sobre mi hombro. Sus ojos verdes mirándome con pasión. Su nariz pecosa la hace aún más deseable, si es eso posible. Sus pechos lujuriosos no dejan de rebotar.

Wan ha dejado de buscar hierbas para reclamar ser follada. De pie. Su espalda doblada hacia abajo. Apoyada con las manos en el suelo. Yo agarrando sus nalgas. Estrujándolas. Penetrándola. Ella gimiendo sin control. A pesar de que están las demás mirando. E incluso comentando.

Shi de pie. Yo también de pie detrás de ella. Follándola despacio al principio. Acariciándole suavemente sus modestos pechos. Ella con sus manos hacia atrás. Acariciando mi cabello. Acaba siendo más intenso. Ella me agarra con fuerza del pelo mientras gime. Mientras yo estrujo sus pechos. Mientras acelero en su interior.

A Yi con las manos contra el árbol. De espaldas. Mostrándome su culo. Con los ojos cerrados mientras gime. Más que balancearse, sus pechos vibran. Seductores. Ella está disfrutando. O eso dice su hermana. Lo que le va a costar una venganza en un futuro próximo.

Con Liang es de pie. Los dos. Cara a cara. Ella contra un árbol. Sus labios reclamados por mí. Los de arriba y los de abajo. Sus manos envolviéndome. Acariciándome. Con avidez. Las mías disfrutando de su delicada piel.

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Las devuelvo a todas. Ellas pueden descansar. Yo tengo que volver caminado. Se han reído de mí cuando me he quejado. Aunque antes decido llamar a Guo Hai.

–¿Dónde… estamos?– pregunta, asustada.

–En el bosque de la secta. No hagas ruido, alguien podría oírnos– le aviso.

En realidad nadie nos puede oír. Y tengo controlado que nadie se acerque. Ella parece un poco asustada. Además de que está desnuda. Me mira sin saber qué hacer.

–Ponte contra el árbol. Apoya las manos. Así. Levanta más el culo. Abre un poco las piernas. Y no hagas ruido– le ordeno.

Jugueteo un poco con su cuerpo. Está algo inquieta por estar afuera. Y excitada. No tarda en mojarse.

–¡MMMMmmmm!– ahoga un gemido cuando la penetro.

–Estás más apretada de lo normal– le susurro.

–¡¡Mmmm!! ¡No puedo evitarlo! ¡Mmmmm!– exclama entre susurros.

No es que me moleste. Además, ya lo imaginaba. Es un tanto exhibicionista. Aunque lo niegue, le gusta hacerlo en público.

No puedo dejar de pensar que me estoy follando a la hija de un comerciante rico. A la novia de ese estudiante estúpido. A una heredera mimada. Sometida. Desnuda. En medio del bosque. A mi merced. Ella totalmente excitada. Abandonándose a mis embestidos.

La penetro una y otra vez desde atrás. Estrujo sus pechos. Sus nalgas. Que rebotan en cada embestida. A veces la cojo del pelo. Dominándola. Dejando claro que es mía. Haciéndola llegar al orgasmo. Hasta que no puede sostenerse sus piernas.

Entonces la empujo contra el árbol. Acelero. Siento come el placer se agolpa en mí. Me corro dentro de ella. Satisfecho del servicio de mi esclava exhibicionista. La dejo caer. Llena de mí. Jadeando.

La devuelvo. Regreso a la cabaña. Ya follaré a las otras tres luego. Hay una esclava que llegará pronto. No quiero hacerla esperar. No se merecen que las haga esperar.

El resto del tiempo sufren abuso. Las explotan. Viven en condiciones muy pobres. Al menos, cuando están conmigo, quiero que sean felices. Tratarlas como seres humanos. Como reinas.

Cuando entra a la cabaña y me sonríe, es evidente hasta que punto vale la pena. Cuando se tira sobre mí y me besa, no queda la menor duda.