Está mañana no tenemos sexo. Han dicho que lo dejamos para luego. Me siento un tanto defraudado, pero tienen razón. Tenemos que darnos prisa. Malditas.
Ahora sé lo que estaban tramando. Y se están divirtiendo mucho. Demasiado.
–Ja, ja, esta pintura de labios te queda increíble– se burla Yi.
–Guau. Que tetas más blanditas– juguetea Song con los bultos que me han puesto bajo la ropa.
–Estate quieta– ríe Shi, hablándome como si fuera una mujer.
–¡Mi pelo te queda mejor que a mí!– intenta parecer impresionada Liang.
No parece importarle haberse cortado un poco el pelo. Ahora le llega a los hombros. Le queda bien. Aunque la prefiero con el pelo largo.
–Creo que me voy a hacer lesbiana– me besa Shi.
–Yo también– concuerda Yu.
Lang y Wan no dicen nada. Pero se lo están pasando en grande. Les cuesta mucho contener la risa. A veces no pueden.
Estoy maquillado. Con ropa de estudiante femenina. Incluso unos sostenes con no sé qué que han puesto de relleno. Llevo un velo. Y un pañuelo en la cabeza. La verdad es que no tengo mal aspecto. Misterioso. No me atrevería a decir que sexy.
–No te mires mucho. Te enamorarás de ti misma– ríe Yi.
–La verdad es que estás buena– coincide su hermana.
–Os estáis divirtiendo demasiado– me quejo.
Pero solo consigo sus risas. La verdad es que todos estamos nerviosos. Al menos, así aliviamos un poco de estrés. Por lo menos ellas.
—————
Salimos las gemelas y yo. Como si hubieran invitado a pasar a una amiga. Como si hubiéramos estado hablando. De paso, dará que pensar a los que la vigilan.
Hay más gente pasando cerca. No nos dedican más de una mirada. Cuando me voy, ellas hacen como que entran. Desaparecen al mismo tiempo que se cierra la barrera. Pero están dentro de la Residencia. He sido yo quien la ha cerrado.
Siento la mirada del que las vigila. Supongo que preguntándose quién soy. Que no le suena esa amiga. Nunca podría imaginarse que soy el esclavo que está fugado. Vestido como una estudiante.
Me oculto entre el río de estudiantes femeninas. Van a sus lecciones. Sus prácticas. A recoger o comprar píldoras. A buscar lugares para cultivar. A probarse a sí mismas en las diferentes formaciones. A buscar misiones. Es la hora más concurrida.
Paso junto a quien está vigilando la cabaña de Bei Liu, a lo lejos. Concuerda con la descripción de Yi. Dejo salir a Terror. Se oculta tras ella. Me acerco la cabaña.
–Cri, Cra– susurro.
Suena un poco ridículo. Pero funciona. Me han hecho practicarlo decenas de veces.
–¡Aaargh!– se oye un grito de dolor.
Todas se giran hacia el grito. Es la mujer que vigilaba. Que ahora está mirando hacia el suelo. Una rata la ha mordido. Yo entro en la cabaña sin que me vean. Liu me dio acceso hace tiempo. Confían demasiado en mí.
Terror entra al cabo de un momento. En un agujero mucho más pequeño en la barrera. Se la envío a las chicas. La reciben como a una heroína. Es la señal que todo ha ido bien.
–¿Quién eres tú?– pregunta la voz asustada y sorprendida de Bei Liu.
Supongo que cualquiera se sorprendería de que alguien pueda entrar en tu cabaña, atravesando la barrera. Una chica desconocida.
Sin darle tiempo a reaccionar, me acerco y le pongo la mano en la boca. También la inmovilizo.
–Te voy a soltar. No grites, ¿de acuerdo?
Ella asiente. La suelto. Se gira. Me mira confundida.
–¿Kong?
Ha reconocido la voz. Pero no me reconoce. Me quito el velo. Y el pañuelo, con la media peluca incluida.
–¡Kong!
Se tira en mis brazos. Me besa. La miro. No puedo evitar reírme de ella.
–¿Qué pasa?– me pregunta extrañada.
–Te he manchado de pintura de labios.
Ella se mira a un espejo. Se ríe. Se acerca. Me toca las tetas postizas. Curiosa. Sugerente.
–¿Cómo? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué?
Pero antes de que pueda responder, la barrera se abre. Alguien entra.
–Liu, otra vez estás tardando mucho. ¿Quién…?
Agarro y amordazo a la recién llegada.
–Nada de gritar, ¿de acuerdo?
Bi Lang asiente mirándome con los ojos muy abiertos.
–¿Kong? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué estás vestido así?
—————
Les explico lo que pasó con Tan Bolin. Se deprimen. Veo que se sienten muy culpables. Me piden perdón. Lloran. Al final tengo que consolarlas.
–Está bien. Solo necesito que me escondáis unos días– les aseguro.
–¿Estarás bien?– se preocupa Lang.
–Cuando llegue al reino del Alma, podré dejar de ser un esclavo.
Me miran con los ojos muy abiertos. Aún húmedos. Parecen impresionadas.
–¿De verdad estás en la etapa nueve?– pregunta Liu, anonadada.
–Sí. Me falta poco para llegar al reino del Alma. Y tengo todo lo que necesito. Solo necesito unos pocos días más.
Me miran con los ojos muy abiertos. Igual no entienden que tenga esa confianza. No es tan fácil atravesar la barrera. Espero no tener problemas.
––¡Increíble!— exclaman las dos, lanzándose a mis brazos.
Debí haberlo imaginado. Son muy inocentes. Pervertidas e inocentes. Y algo traviesas. Me han creído sin más.
–Sería mejor que os quedarais. Será menos de una semana. Así evitamos problemas– les pido.
–¿Somos tus prisioneras?– pregunta Liu, más sugerente que preocupada.
–¿Menos de una semana? No pasa nada si tardas más– se lamenta Lang.
–Me parece que no entendéis lo que significa ser mis prisioneras– las amenazo, con un tono que intenta ser malvado, apretándoles sus nalgas.
–¿¡Qué vas a hacernos!?– intenta parecer asustada Liu.
–¿No nos harán nada malo, verdad?– es igual de mala actriz Lang.
Las empujo contra la cama. Las desnudo poco a poco. Ellas me quitan la ropa entre risas. Creo que les ha gustado mucho mis tetas de pega. De repente, a traición, les ato las manos. Juntas las cuatro. Hacia arriba.
–¿¡Qué…!?– se sorprende Liu.
–Sois mis prisioneras. Así que es normal que os ate.
–Eso es… muy excitante– confiesa Lang, frotándose contra Liu.
–¡Ah! Lang, para. ¡Kong!
Las he puesto una encima de la otra. De cara. Liu debajo. Les abro las piernas. Y juego con los secretos que esconden.
Sus vaginas se contraen cuando las rozo con qi. Sus pechos están apretándose unos a otros. Los mueven. Rozándose entre ellos. Sus labios se juntan. Besándose lascivamente. Mueven sus culos insinuantes. Sus vaginas se humedecen mientras las excito. Gimen ahogadamente cuando alcanzo sus clítoris. Cuando se frotan entre ellas.
Se tensa Liu cuando la penetro. Sin dejar de jugar con Lang. Que acalla los gemidos de su amiga. Y los suyos propios. Pronto las cuerdas se sueltan. Solo las había enrollado. No les había hecho ni un nudo. Pero ellas no se separan. Juegan entre ellas. Se incitan las una a la otra. Como si fueran amantes.
Sé que son amigas. Pero que a veces se dan placer mutuamente. No llegan a ser amantes. Al menos, no actúan como tales. Solo que les gusta el sexo. O eso dicen.
Dejo a Liu y entro en Lang. Uso los dedos con Liu. Voy intercambiando. Penetrándolas alternativamente. Llevándolas a la vez al orgasmo. Luego me centro en Liu.
–Que no grite. Las prisioneras no pueden gritar– le ordeno a Lang.
Me hace caso. Juega con la boca de Liu. Con sus Labios. Está aprovechando la oportunidad para molestar a su amiga. Mientras yo la penetro. La cojo de sus muslos. Está inmovilizada. Aunque tampoco intenta liberarse. Se le nota que disfruta.
Su vagina se contrae de nuevo. Otra vez rozando más fuerte mi miembro. Finalmente rompe su resistencia. La lleno de mí.
Embisto unas veces más. Disfrutando de su cuerpo ya rendido. Hasta que salgo de ella.
–Ahora puedes vengarte de Lang.
–¡Kong! ¡Traidor! ¡MMMMmmmm!– intenta quejarse esta, pero su amiga la silencia.
No tardo en estar de nuevo erecto. En penetrarla. Tampoco hace ningún intento de escaparse. Agarro su culo mientras embisto en ella. Mientras su amiga la sujeta. Mientras ella está totalmente sometida al placer.
Bajo por sus piernas. Recorriéndolas con lujuria. Acariciándolas. Haciendo que se estremezcan. Vuelvo a su culo. Subo por su espalda. Sobándola en toda su extensión. Bajo por el costado. Llego a sus pechos. Unidos a los de Liu. Esta gime de la sorpresa cuando el qi la recorre.
Lang está rendida al placer. Su cuerpo casi inerte. Dejándose hacer. Dejándose follar. Tocar. Besar. Sintiendo cada embestida. Grita de placer cuando Liu la suelta. Pero pronto la vuelve a atrapar.
Me gusta la sensación de dominarlas también con mi fuerza. Ahora que no tengo que esconder mi qi. De estrujar su culo. De inyectar qi hasta el borde del dolor. Sin traspasarlo. Dándole más placer. Llevándola una y otra vez al límite. Notándole estremecerse. Convulsionar con fuerza cuando la lleno de mí.
Se separan. Me acerco para besarlas. Para manosear un pecho de cada una. Me responden con pasión. Pero también con cansancio.
–Ah. Tus prisioneras necesitan descansar– suplica Lang.
–Siéntete como en casa. Déjame dormir un poco– añade Liu.
Aparte de pervertidas, son algo perezosas. Por eso les cuesta subir de nivel. Pero me está bien. Me aseguro que se queden dormidas. Que no despierten por un buen rato. Y llamo a las chicas.
–¡Nosotras preocupadas y tu divirtiéndote!– me acusa Song.
–Tenía que asegurarme que durmieran– me defiendo.
–Claro, claro– la apoya Shi, con sarcasmo.
La miro. Durante unos segundos me aguanta la mirada. Luego no puede aguantar la risa.
–Ja, ja, ja. Se lo ha creído– se burla.
–A veces es tan inocente. Tan mona– interviene Liang.
Me acerco a Shi. La cojo del culo. Me acerco a ella. Ella me rodea el cuello con sus brazos. Con una amplia sonrisa. Está feliz que haya salido todo bien. De momento.
–Empótrame contra la pared– me sugiere, sugerente.
Se sostiene en sus brazos. Alza sus piernas para rodear mi cintura. Sus labios atacan los míos. Su espalda choca contra la pared. Sus manos acarician mi espalda. Las mías sus muslos y su culo.
No tarda en estar mojada. En ser penetrada. En moverse en sincronía conmigo. En disfrutar. En hacerme disfrutar. Su vagina me deja entrar. Lubricada. Luego me aprieta. Dificultándome la salida. Provocativa.
Sus pezones erectos rozan continuamente mi piel. Recibiendo algo de qi. A veces se aprietan contra mí. Noto entonces la suavidad de sus modestos pechos. Sensuales.
Me lengua se entrelaza con la suya. Tras un orgasmo, nos detenemos un instante. Separamos nuestros labios. Nuestras frentes pegadas. Nuestros alientos entremezclándose. Su cabello negro pegado a su frente. Nos miramos. Sus ojos azules son preciosos. Me miran con deseo. Con lujuria. Con amor. O es lo que creo ver en ellos. Lo que siento cuando la miro.
–Te quiero– le susurro.
Me acalla con otro beso. Apasionado. No le hacen falta palabras. Vuelvo a empujar en ella. Contra la pared. Esta vez se deja hacer. Se deja penetrar. Aunque su vagina sigue incitándome. Y sus manos. Y sus labios. Y su lengua. Y el cabello que me acaricia los hombros. Y sus pechos que se aprietan de nuevo.
Adoro el tacto de su piel. Adoro el contacto directo. Adoro su olor. Su pasión. Su interior. Me corro en ella con pasión. Con qi. Acompañándola. Uniéndonos en el placer.
La dejo caer poco a poco. Me besa una última vez. Me susurra. Me guiña el ojo. Me vuelvo de repente. Rápido. Como un depredador. Capturando a mi presa por sorpresa. Su cabello es anaranjado. Sus tetas imponentes. Su piel pecosa. Sus ojos verdes. Su piel clara.
–¡Ah!– exclama, sorprendida.
Intenta volverse y escapar. Pero es demasiado tarde para ella. Ha caído en mis garras. La cojo desde atrás. Mis brazos en su cintura. Beso sus nalgas pecosas.
–Te he cogido. Eres mía– sentencio.
–¡Eso ha sido a traición! ¡Shi! ¡Me las pagarás!
–Lo estaré esperando– ríe ella.
El resto nos miran. Wan está especialmente roja después de follarme a Shi. Ni me he dado cuenta de que estaba allí. Miro a las gemelas de reojo. Niegan con la cabeza. Riendo. Así que la dejo allí. Como si no me hubiera dado cuenta.
Atraigo a Song hacia mí. Levantándole el culo. Mis manos se acercan a sus pechos. Mi lengua recorre su espalda. Haciéndola temblar. Llega hasta su cuello.
Su cabello se desparrama sobre el suelo. Sus brazos hacen de cojín para su cabeza. Mi miembro acaricia su entrada. Por fuera.
–Eres una presa preciosa– le susurro.
–Aaaaah. Malo… Aaaaah Deja mis pezones… ¡Aaaaaah! Ni se te ocurra pellizcarlos…– me sugiere en su prohibición.
Hago lo que me pide. Los pellizco. Gime. Cada vez más excitada. Froto su entrada. Cada vez más rápido. Provocándola. Mi lengua juega con su oreja. Mis manos disfrutan de sus pechos.
–Te quiero.
–¡Aaaaah! Déjate de tonterías y métela ¡¡Aaaaah!!
Diga lo que diga, se ha puesto roja. La obedezco. La penetro. Hasta el fondo de una vez. Se tensa. Gime. Salgo y vuelvo a entrar. Una y otra vez. Disfrutando de su piel pecosa. Incitándola. Susurrando en su oído. Escuchando sus quejas. Sus gemidos cada vez más apasionados. Disfrutando del roce de su piel. De su textura.
Juego mucho con sus pechos. Pero también recorro su espalda. Su estómago. Su culo. Sus piernas largas y sensuales. La acaricio. Estrujo. Pellizco. Usando el conocimiento que tengo de su cuerpo. Y a veces explorando cosas nuevas.
Se acaba desplomando en el suelo. Llena de mí. Yo encima de ella.
–¡Aaaah! Kong. Malo ¡Aaaaah! Te quiero ¡Aaaaahh!– me susurra.
Llevo la mano a su rostro. Para que lo gire. Para que me mire con sus ojos verdes. Para que me bese. Dulce y apasionadamente.
Luego miro al resto. Se han apartado. Detrás de la cama. Moviéndola para poder rodearla. Para poder escapar de mí. Me miran riendo. Incluso Ma Lang y Bei Wan. Si quieren jugar, jugaremos.