Lucien rápidamente se reincorporó y puso atención a su alrededor, aún lucía un poco aturdido, el profesor Arrianus estaba dando las últimas indicaciones sobre el ritual (examen) que tendrían en unos momentos, la tensión era palpable en el aire junto a las inseguridades de todos los presentes.
Lucien vio que el príncipe Nicol sería el primero en realizar el ritual, eso no le sorprendía, se esperaba que él diese el ejemplo, además el príncipe Nicol era conocido por su fuerte afinidad con el agua, es por ello que no se sorprendió realmente cuando el pilar con la esfera que contenía agua empezó a centellear con fuerza, hasta convertirse en un faro reluciente y segador.
Y... en pocos segundos todo había acabado, la luz había desaparecido así como apareció, y frente al príncipe se encontraba un majestuoso hipocampo de brillantes escamas verde azuladas, su crin se agitaba en el aire con cada movimiento, parecía que el hipocampo estaba analizando a Nicol con su mirada, mientras se movía alrededor de él, el joven príncipe por su parte se mantenía tranquilo y no se movió ni un milímetro, a la vez que le sostenía la mirada con altivez, y poco después el hipocampo como si estuviera satisfecho con encontrar lo que sea que haya estado buscando inclinó su cabeza para que Nicol, que hasta ese momento había estado inmóvil se moviera unos pasos y colocará su mano derecha sobre la cabeza del hipocampo.
—Echipea—. La voz del príncipe era fuerte y clara, y de pronto una nueva luz emergió y los envolvió a ambos, y en un instante el hipocampo había desaparecido, el príncipe alzó su brazo derecho orgulloso y ahí estaba, adornando y extendiéndose por todo su antebrazo se encontraba el tatuaje de un hipocampo, pero no cualquier hipocampo, era el mismo que segundos antes habían visto desvanecerse en el aire.
—Buen trabajo Su Majestad—. Felicito el profesor con una mirada serena y voz desinteresada. Poco a poco todos sus compañeros fueron pasando y adquiriendo a su familiar, ninguno había sido tan impresionante como el hipocampo del principio, pero todos habían obtenido un familiar que de alguna u otra manera se ajustaba a ellos, y así el único que quedaba era Lucien, el cual seguía muy inquieto.
Lucien estaba nervioso, eso era algo evidente para todos, y con una respiración profunda entró en el centro del círculo sin respirar, tratando de reunir todo el valor posible, lo que nadie esperaba era que los pilares en lugar de brillar como lo hicieron antes, empezaron a sacudirse con violencia, nadie sabía que estaba pasando, a la vez que buscaban un lugar en donde salvaguardarse del peligro, el tiempo pareció ralentizarse a la vez que una potente explosión sacudió el lugar, la explosión fue tan fuerte que logró llamar la atención de todos los que se encontraban en la academia, incluso aquellos que se encontraban lejos del epicentro de la explosión.
Cuando el humo finalmente se despejó pudieron ver a Lucien en el suelo, parecía estar inconsciente, y frente a él vieron a un imponente fénix con sus alas extendidas, todos estaban impresionados, hasta que Lucien se despertó y trató de alcanzar al ave, y está casi arremete en su contra, afortunadamente fue retenido por una figura que estaba sobre él, y que hasta ese momento no habían notado.
—Se puede saber ¿qué le quieres hacerle a mi familiar?—. Preguntó con voz de ultratumba el jinete. Bajándose del ave estaba un apuesto joven, que no aparentaba tener más de veinte años, su larga cabellera plateada le llegaba hasta los talones, lo cual era aún más impresionante considerando que era un joven de 1,80 m. —Te hice una pregunta—. Volvió a exigir con molestia.
—¿Tuyo?—. Preguntó Lucien asustado y confundido.
—Sí, mío—. Le dijo cortante, y las risas de los demás estudiantes empezaron a propagarse rápidamente, de algún modo el inútil hueco se las había arreglado para invocar a el familiar de alguien más, sin duda ese chico no era más que un estorbo.
—Apareció cuando invoqué a un familiar, debería ser mío—. Dijo Lucien recobrando la compostura, con la voz más tranquila que pudo.
—No, no lo hiciste-. Le dijo en un tono un tanto grosero. -Y cómo te he dicho ya, es mío, lo he tenido durante años—. Le dijo exasperado, toda la situación estaba empezando a frustrarle y causarle una fuerte molestia.
—Pe pero—. Sin poder evitarlo Lucien empezó a tartamudear, provocando que las risas de sus compañeros se hicieran más fuertes.
—Si no logro invocar un familiar quiere decir que por fin lo van a expulsar, que inútil—. Decía Damián sin disimulo a sus amigos entre risas y en voz alta, sin importar que el profesor pudiese oírle.
—¡Silenció!—. Gritó el joven con mucha autoridad, haciendo que todos se callaran y un escalofrío recorría sus espaldas. —Te lo digo por última vez, no es tuyo, mientras Puu y yo estábamos descansando vimos un portal, y decidimos seguir a lo que invocaste—.
—S si logré invocar algo, y, ¿dónde está?—. Le dijo Lucien ilusionado y esperanzado. El chico metió su mano en el bolsillo y después de unos segundos de buscar en él, saco de él un huevo dorado con una extraña inscripción en negro, Lucien inmediatamente perdió la sonrisa que se había posado en sus labios.
—Toma—. Al verlo todos volvieron a estallar en risas. Lucien quería llorar, aquel chico se estaba burlando de él. —¡Cállense!—. Volvió a gritar ya harto de las risas.
—Es alguna clase de broma—. Contraatacó Lucien con enojo. —Si lo es, no es divertida—. Su voz era sería y tranquila, pero se notaba el llanto contenido.
—¿Broma? ¿Te parece que estoy bromeando?—. Contestó exasperado. —Debes saber que yo jamás bromearía con algo como esto—.
A medida que el chico hablaba el cielo empezaba a oscurecerse, y un viento helado los envolvía, a la vez que lentamente se iba acercando a Lucien, hasta estar frente a él, para luego agarrarlo por la parte trasera del cuello y acercarlo a su rostro. —¿Cómo te llamas?—. Le dijo en un semi gruñido a pocos centímetros de él.
—So soy Lucien Bonnet—. Le respondió recuperando su temple y posando su mirada en la contraria.
—Lucien, bonito nombre, es casi tan lindo como tú—. Le dijo con una sonrisa ladina, provocando que Lucien se sonrojara. Ahora que estaba tan cerca podía apreciar sus ojos violetas, escondidos tras unas espesas pestañas, estaban tan cerca que si uno de los dos se movía unos centímetros terminarían dándose un beso, ese simple pensamiento lo hizo sonrojar aún más.
—Suéltalo—. Lucien fue sacando de sus pensamientos por la voz de su profesor, el cual se veía más serio de lo usual y estaba listo para atacar, junto a él pudo ver al príncipe Nicol con su espada en mano y con su tatuaje brillando.
El misterioso chico hizo lo que le pidieron y se alejó unos pasos con las manos en alto y una sonrisa burlona en sus labios.
—¿Quién eres?—. Preguntó Nicol.
—¿Por qué debería decírtelo?—. Le dijo socarronamente.
—Si no contestas te mataré—. Esa respuesta en lugar de atemorizarse lo hizo estallar en risas.
—Dinos, ¿quién eres? Y ¿Qué haces aquí?—. Preguntó Lucien más calmado.
—Una de esas ya la respondí, en cuanto a quién soy, soy Zander Grimm, y eso es todo lo que tienes que saber sobre mí—. Le dijo acercándose nuevamente a Lucien.
—Vete—. Volvió a hablar Titus con seriedad.
—No quiero—. Le dijo con una voz cantarina y burlona.
Fue solo entonces que el príncipe Nicol se arrojó a enfrentarlo con su espada en alto. Sin embargo, Zander solo esquivaba sus ataques sin mucho esfuerzo, mientras se reía, los movimientos de Zander más que elegantes eran bufonescos, dando saltitos de un lado a otro, saltando, girando y riendo, sus movimientos solo dejaban en ridículo al joven príncipe, que por más que lo intentaba no lograba acertar ni una sola estocada.
—Deja de moverte—. Le dijo con ira contenida.
—Nop—. Le contestó aún más divertido.
—Sr. Grimm, deje de causar problemas—. Exclamó una voz. Todos giraron sus cabezas para ver quién había hablado, ahí parada a unos pasos del profesor Arrianus estaba Louise Regnard, la directora.
Louise Regnard, era una mujer de 1,70 m, su piel bronceada contrastaba con su cabello blanco el cual estaba cortado en un Bob, sus ojos magenta acompañados por su ceño fruncido demostraban gran autoridad.
—Ooh, pero si es la pequeña Louise—.
—Ya no soy una niña, pero veo que tú no has cambiado, sigues siendo el mismo inmaduro que conocí hace años—.
—Madurar es para las frutas—. Le dijo con mofa.
La directora soltó un suspiro a la vez que apretaba sus puños hasta que se volvieron blancos.
Unas fuertes cadenas transparentes rápidamente treparon por el cuerpo de Zander, envolviéndolo en su totalidad en unos segundos. Y después sin esperar nada más, empezó a arrastrarlo hasta llegar a su oficina bajo la atenta mirada de todos, dentro de la oficina aún lo mantenía fuertemente envuelto, impidiéndole escapar, y con voz sería le dijo.
—Se puede saber qué haces aquí, estás muy lejos de tu hogar—.
—¿Por qué debería decirte?—. Le dijo risueño.
—No estoy para tus estupideces—. Le dijo dándole un golpe en la cabeza.
—Ya ya cálmate—. Le dijo sacudiendo su cabeza. —Quería ver quién había invocado el huevo qué ha estado empollando Puu—.
—¿El huevo de Puu ha sido invocado?—. Preguntó alarmada. —¡¿Por qué no he sido notificada de esto?!—. Ahora estaba pasando de alarmada a histérica, el miedo era palpable en su rostro.
—Sip—. Le respondió Zander en un tono infantil y juguetón alargando y haciendo estallar la "p".
—¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?—. La directora empezó a caminar por la oficina sin rumbo a la vez que apretaba su cabeza, en un vano intento de comprender qué estaba pasando.
Zander solo la veía divertido, esa niña era divertida, mient
ras Louise estaba distraída divagando Zander aprovecho para liberarse de las cadenas y sentarse cómodamente para disfrutar del espectáculo.