Con la mirada perdida, Nannook seguía sentado. Frente a él, los Dioses discutían, gritaban de ira. "Vino hasta aquí a insultarnos, simplemente a eso vino" decía uno con aspecto a anciano desdichado, el herrero solían llamarle. "Paren ya con eso, yo no justifico el uso de la violencia" ahora hablaba otra apodada como la justa que irradiaba una vibra de tranquilidad. Los ojos de Nannook no apuntaban a ningún lado pero aún así podía hacerse con una visión amplia de todo el salón. Su silla estaba unos cuantos peldaños por debajo del nivel de la gran mesa de los Dioses quienes seguían discutiendo. Ninguno prestaba atención hacia Nannook, podía irse si así lo quería pero estaba seguro que ante cualquier mínimo movimiento, algunos de los Dioses le interceptaria. Quería escapar de verdad, no sabía cuanto tiempo había estado allí, el inicio de la reunión de sentía como si hubiera sido hacía milenios. Tampoco sabía que fue lo que provocó la discusión, que hizo estallar la ira de los Dioses. Hice lo que me habían pedido, ni más ni menos. Utilicé los materiales de mejor calidad, las hojas más selectas, cocidas con hilo de oro. La tinta también era de excelso nivel. Acaso usé un lenguaje inapropiado, pensó. Simplemente, escribiste de más. Eso no lo pensó él, movió su cabeza en búsqueda del dueño de aquella frase. Lo encontró, era Archibaldo, apodado como el curandero. "Vayamos a caminar un poco" ofreció Archibaldo. Nannook se puso de pié y comenzó a seguirle. Podía sentir como los Dioses le ignoraban pero aún así le seguían con la vista. Caminaron por un largo corredor pobremente iluminado. Llegaron hasta unas puertas de cristal que dividían el balcón del resto del lugar. Una mesa con dos sillas también de cristal estaban afuera. Archibaldo abrió las puertas y ambos pasaron hacia el balcón. Inesperadamente, había buen clima afuera. Sentados, Nannook nunca dejó de quitarle la vista de encima a Archibaldo, "te apetece escuchar un historia" preguntó. Nannook negó con la cabeza. Archibaldo prosiguió, "aunque me conocen como el curandero, tengo alma de cuentacuentos. Estoy seguro que si me dejas, la historia que tengo para contarte te ofrecerá algunas pistas sobre todo esté asunto". Nannook emocionado aceptó.