Los pensamientos de Ethan Smith comenzaron a volverse cada vez más frenéticos.
La enorme presión no le dejaba espacio para nada más.
Esa noche, Ethan Smith apretó sus puños con fuerza, como si tomara una decisión resuelta.
Los efectos de devorar los espíritus primordiales eran inimaginables, pero las consecuencias también eran increíblemente graves.
Más importante aún, si en el futuro se descubriera, podrían enfrentar un asedio de toda la Región Santa.
Pero Ethan Smith ya no le importaba.
Al día siguiente.
Ethan Smith se despertó temprano, y él y Salena Carpenter partieron, dejando Ciudad del Océano.
Parados en la puerta de la ciudad, los dos esperaron en silencio a que llegara Evan Williams.
—¿Has pensado en una forma? —preguntó Salena.
Ethan Smith negó con la cabeza y dijo:
—Todavía no. Vamos paso a paso. O lo engañamos para que entre en la Zona Prohibida y muera allí, o evitamos que tenga la oportunidad de sacar el Arma del Santo.