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Volviendo a su morada de la cueva, Ethan Smith no se apresuró a partir. En su lugar, comenzó a hacer planes meticulosos.
No tenía sentido para él embarcarse en tal viaje si no podía ni siquiera garantizar su propia seguridad.
—¿Cuándo partimos? —preguntó Salena Carpenter.
—Mañana —respondió Ethan Smith fríamente.
No era por ninguna razón en particular, sino más bien que los demonios internos de Ethan Smith ya habían comenzado a molestarlo.
Si no devoraba un espíritu primordial mañana, temía que sería completamente controlado por estos demonios internos.
Mientras tanto.
La batalla entre la Secta de Dios Bendiga y la Secta de la Nube llevaba ya casi veinte días en marcha.
Durante estos veinte días, ambas partes no habían sufrido bajas graves, y la Secta de Dios Bendiga estaba luchando de manera defensiva, sin querer arriesgar todo con la Secta de la Nube.
En este día.
Un invitado inesperado llegó a la puerta de la Secta de Dios Bendiga.