Al escuchar las palabras del Señor de la Secta Dios Bendiga, los dos no se pusieron ansiosos.
—Con nuestro estatus, ¿cómo podríamos actuar personalmente? —dijeron con indiferencia.
El Señor de la Secta Dios Bendiga no pudo evitar sonreír con desdén en su corazón.
Una actitud tan arrogante naturalmente irrita a la gente.
—Está bien, acepto, pero con una condición —dijo el Señor de la Secta Dios Bendiga.
Los dos asintieron ligeramente y dijeron:
—Dinos, podemos satisfacer cualquier condición tuya.
—Quiero un Arma del Santo —dijo el Señor de la Secta Dios Bendiga con indiferencia.
Al escuchar estas palabras, la expresión de los dos se volvió algo antinatural.
—¿Crees que las Armas Santas son coles blancas al lado del camino? —uno de ellos miró fríamente al Señor de la Secta Dios Bendiga y dijo.
—Sin un Arma del Santo, no soy rival para Forrest Middleton —El Señor de la Secta Dios Bendiga no dudó en decir.
Sus ojos se entrecerraron y ellos dijeron:
