La cara de Ethan Smith se retorcía de angustia, sus pupilas se reducían, y el sudor frío brotaba de su frente.
—Ethan... —susurró suavemente Emily Taylor.
Al ver el estado de Ethan, el corazón de Emily palpitaba de dolor en oleadas.
¿Cuánto esfuerzo habrá puesto este hombre, sin siquiera poder encontrar paz ni en un coma...
—¿A quién estás llamando? —Una persona caminó hacia ellos.
—¿Todavía no puedes fallar? Ya eres un prisionero ahora.
Ethan miró a su alrededor, y la expresión en su cara se suavizó gradualmente.
—Ethan... ¿Estás bien? —La voz débil de Emily llegó a los oídos de Ethan.
Ethan se levantó rápidamente, agarró las barras de la prisión, y miró a Emily.
—Emily... —Ethan abrió la boca.
Las lágrimas de Emily fluían como una presa reventada, corriendo sin parar.
—Lo siento... Lo siento... —Emily lloraba mientras negaba con la cabeza.