En este momento, el señor Trivett estaba extremadamente asustado, y ni siquiera sabía qué hacer.
Por un lado estaba su propio pariente, por el otro la mujer que profundamente amaba. No sabía si informar sobre ellos o fingir que no sabía nada.
—Quizás... quizás escuché mal —murmuró el señor Trivett en voz baja.
Tras mucha angustia, finalmente decidió guardar el secreto.
En ese momento, Simona ya había llevado a Ethan Smith a la tienda.
En la luz tenue, Ethan pudo ver muchos Tesoros del Dharma colocados sobre el mostrador.
Sin embargo, estos tesoros eran bastante diferentes a los de afuera, lucían extremadamente inusuales, y algunos parecían no tener propósito alguno.
—Wilbur —Simona avanzó y llamó con una sonrisa.
A la luz de las velas, Ethan vio la silueta de un hombre.
Había una cicatriz en su cara, y todo su cuerpo exudaba un aura extremadamente sombría.
El hombre llamado Wilbur le echó una mirada fría a Ethan, luego se levantó lentamente y caminó hacia él.