Ethan Smith no tenía idea del origen de esta barra de hierro, pero su poder estaba más allá de la imaginación y era definitivamente extraordinario.
Incluso enfrentando la visión desatada por Philbert Duncan, Ethan permanecía sin miedo.
Sostenía la barra de hierro en su mano, con un poder divino emergente y un ardiente deseo de luchar.
Un par de ojos fríos estaban llenos de espíritu asesino intenso y confianza.
El rostro de Philbert se volvía aún más pálido. Parecía que esta visión le estaba drenando mucha energía.
Sin embargo, el brillo sobre la visión era deslumbrante, y la aterradora sensación de pesadez parecía estar colapsando la Ciudad Gowinston.
—¡Niño, ve al infierno! —rugió Philbert, y la visión se estrelló hacia abajo una vez más.
Esta vez, la visión era aún más poderosa que antes, y su luz deslumbrante se asemejaba al nacimiento de un nuevo sol.
—Barra de hierro, cuento contigo —Ethan ajustó su agarre en la barra, y su cuerpo estalló con energía.