Dos personas estaban montadas en una bestia demoníaca voladora, acelerando hacia la Ciudad Gowinston.
—Joven maestro, sus heridas aún no han sanado. ¿Está seguro de que quiere ir ahora? —el asistente junto a Philbert Duncan no pudo evitar fruncir el ceño.
Sin embargo, Philbert dijo indiferentemente:
—Matar a una hormiga, incluso si no estoy en mi pico, aún puedo masacrarla.
—Joven maestro, no subestime a Ethan Smith. Debería saber que el señor Snider y Charlie Hammond ambos han perdido contra él —dijo el asistente con voz profunda.
Philbert resopló levemente pero no dijo nada.
El señor Snider ya era el más débil de los varios ancianos, por lo que no era extraño que perdiera.
La última vez, Philbert había sentido un gran pesar. Lamentaba no haber matado a Ethan Smith en la primera oportunidad y en cambio haberlo tratado como un gato jugando con un ratón.
—Esta vez, no te daré ninguna oportunidad... —rugió Philbert en su corazón.
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