Al ver partir a Frederick Cohen, alguien gritó inmediatamente:
—¡Frederick, irse ahora es buscar la muerte!
—¡Entonces que sea la muerte para mí! Más vale morir en batalla que vivir así —Frederick estaba obstinado, su persona rebosante de ansias de batalla.
Él era como si hubiera nacido innatamente para la batalla, sin conocer el significado del miedo.
—¡Zumbido!
En ese momento, una radiancia extremadamente sagrada se precipitó adelante desde detrás de él.
Esa radiancia era como una enorme red que envolvía a Frederick y detenía sus pasos.
Frederick intentó liberarse, pero descubrió que cuanto más luchaba, más apretada lo ataba la radiancia.
Girándose, vio que quien lanzaba el hechizo era Daphne Green.
Los diez dedos de Daphne desprendían un brillo como una telaraña, envolviendo a Frederick dentro de ella, inmovilizándolo.
—¡Déjame ir! —Frederick gritó furioso.
Pero Daphne negó con la cabeza y dijo:
—No puedo dejarte ir a tu muerte.